José Antonio Álvarez Gundín

Estambul o Madrid

Dentro de tres mes, el COI tendrá que decidir si Estambul, velado por el rigorismo del Gobierno islamista, es la sede adecuada para albergar los Juegos Olímpicos de 2020. No parece que el espíritu olímpico pueda prosperar bajo un burka o prohibiendo a las mujeres determinadas disciplinas deportivas. Las imágenes violentas de la plaza Taksim revelan la inclemencia de un régimen que trata de imponer a los jóvenes la moral islámica. Recuerdan mucho a las escenas, igual de brutales, de la plaza Tahrir de El Cairo, convertida en símbolo de la resistencia democrática frente al poder rampante de los Hermanos Musulmanes. En este contexto, con todo el mundo árabe observando lo que sucede en Turquía, una hipotética elección de Estambul como ciudad olímpica sólo podría interpretarse como un respaldo a la marea islamista que pretende sustituir los regímenes autoritarios por teocracias no menos dictatoriales. El integrismo musulmán recibiría así un regalo muy goloso que utilizaría para hacer proselitismo global desde las pistas de atletismo. Por tanto, cabe esperar que los miembros del COI sufran un ataque de cordura e incluso de honradez hacia los valores del olimpismo y voten la candidatura de Madrid. Admitamos que la capital española no es perfecta y habrá quien abomine de las luces de neón de Eurovegas, de sus ruletas y de sus volutas de humo. Pero entre flirtear con el cáncer de pulmón o deambular como un bulto negro por la medina, el barón de Cubertin elegiría lo primero. Dicen que el estallido juvenil contra Erdogan fue cebado por dos decisiones: restringir el consumo de alcohol y prohibir el beso en el metro. El Madrid de nuestros pecados podrá tener muchos defectos, pero nunca falta cerveza fresca ni amores con quien compartirla. Además, ¿quién brindará con agua por la suerte de los campeones?