Lucas Haurie

Estrella sublime

Algo muy peligroso se está gestando cuando los ayuntamientos de Écija y Vera se pliegan ante lo que los propios concejales responsables han denominado «presiones del mundo cofrade» para suspender las funciones anunciadas de «Estrella sublime». Se trata de una joya del teatro novísimo, más desternillante que irreverente, que viene representándose sin el más mínimo problema desde su estreno en 2001 en la Sala Cero, en el mismo epicentro del capilleo hispalense: a dos pasos de Santa Catalina, a una pedrada de los Terceros y con una docena de sedes de hermandades a trescientos metros a la redonda. La ignorancia ha traído este fanatismo que nos devolverá a las épocas más oscuras, y la cosa va a peor pese al loable esfuerzo del ministro Wert por implantar una ley que ayude a desasnar a quienes no entienden de otra libertad que la de escupir sobre el que opina distinto. Es importante que la jerarquía eclesiástica siga al margen de las maniobras censoras de sus hijos más carcas: Francisco en Roma y monseñor Asenjo en Sevilla seguirán orando por los librepensadores porque han comprendido que los grandes enemigos de la Fe pueden ser los sepulcros blanqueados que dicen defenderla. En estos tiempos de penumbra, se redobla la importancia de la espiritualidad y no debe la Iglesia dejarse confundir por ciertos idólatras con capirote cuya intransigencia sirve de munición para quienes desean destruirla. Menos preocuparse por unas sanas carcajadas en el teatro y más amar al prójimo. Y quédense tranquilos: hace falta mucho más que un texto ingenioso para ofender a la Santísima Madre de Dios.