Martín Prieto

ETA en brazos de Chauvin

ETA en brazos de Chauvin
ETA en brazos de Chauvinlarazon

Dios primero confunde a quienes quiere perder. La intención etarra de que Francia medie para dulcificar su agonía evidencia el desmayo mental de los intelectuales de la bomba. En los años setenta de nuestra transición política Giscard D'Estaigne fue infame, y llevado por su manía aristocratizante, sólo quería despachar con el Rey creyendo que Adolfo Suárez era un válido. Luego el socialista Gastón Deferre, ministro de Interior y alcalde de Marsella, ignoraba que el País Vasco tenía elecciones propias, Parlamento y Gobierno autonómico. Se reía de Barrionuevo cuando le explicaba lo que estaba en los periódicos. El giro francés lo dio el chauvinismo cuando descubrieron en París que el irredentismo vasco reclamaba para sí el departamento de los Pirineos Atlánticos, Iparralde para el imaginario etarra. Nicolás Chauvin fue un soldado infatuado de las guerras napoleónicas que recibió diecisiete heridas en combate, deformantes y mutilantes. El chauvinismo es una acuñación marxista y habita en la extrema derecha pero es el poso de la barrica del nacionalismo y el centralismo galos. Francia, como España y el resto de la Unión Europea, no puede amnistiar a los presos porque tal medida de gracia está prohibida, y no parece que el Gobierno francés charle siquiera sobre la anexión de su vasconia a la Euskalerría expansionista. Quienes arrasaron el independentismo corso no van a negociar con ETA la cesión de Biarritz. El chauvinismo se interpone. El capítulo de los presos de la banda en España alcanza el delirio con la declaración de crimen político de la muerte del etarra Ángel Figueroa, liberado en 2008 para que atendiera sus alifafes en su casa. Como Bolinaga, nos enterrará a todos cuando caiga en la cirrosis por sus exhaustivas rondas de potes con su pandilla. Que tenga larga vida. Como De Juana Chaos y demás vírgenes mártires víctimas del crimen de Estado. Afortunadamente, la vía francesa sí que está muerta, y nos convendría, descascarillándolo de ultraísmos, un poco de chauvinismo trasmutado en una pizca de orgullo españolista.