Manuel Coma
Europa sucumbe a la tentación china
Esta semana, Xi Jinping (pr: como en inglés shi) se ha pasado tanto tiempo en Inglaterra como en septiembre en Estados Unidos, con ocasión de la Asamblea General de la ONU, y su entrevista con Cameron el jueves ha sido más fructuosa que la que tuvo con Obama. El mensaje desde Londres es que todo es acerca de dinero. Nada más. Pero nada menos. ¡Como si el dinero fuera política y estratégicamente neutro! Aunque nadie le hace ascos, los acuerdos y el tono, para algunos demasiado obsequioso, han tenido sus críticos. Se ha corrido un tupido velo sobre el tema de los derechos humanos y Washington ha expresado su inquietud por el ingreso de Reino Unido en el banco asiático que China está organizando.
Los británicos han conseguido comprometer inversiones por valor 41.500 millones de euros. Cameron ha apuntalado el papel de la City londinense como primer centro financiero mundial, en competencia a brazo partido con la Wall Street neoyorquina. El objetivo inmediato era afianzar la posición de Londres como primer mercado de la divisa china, después de Hong Kong, ganándole el pulso a Fránkcfort, París y Luxemburgo. El renminbi (moneda nacional o del pueblo) o yuan está en vías de internacionalizarse, aspirando a convertirse en moneda de reserva, como el dólar y el euro. Para ello tiene que dejar que los mercados fijen su cotización sin restricciones. Lo curioso es que Xi apunta hacia una moneda mundial única, de valor fijo, algo así como una vuelta al patrón oro, una solución monetaria típicamente conservadora, cuyo abandono los verdaderos liberales piensan que ha sido el origen de muchos de los males económicos presentes.
Europa, en su conjunto, se muestra tan receptiva a los encantos económicos chinos como Inglaterra, con la que compite y a la que trata de seguir. En Estados Unidos esto provoca recelos, que no se deberían desechar como meros celos. La situación recuerda al disgusto de Reagan cuando Europa, todavía en plena Guerra Fría, se puso en manos de la Unión Soviética para su abastecimiento de gas y petróleo. En fechas recientes hemos podido ver cómo se han materializado algunos de los riesgos que el presidente americano tenía en mente, para inquietud de Europa, que ahora se las ve y desea para diversificar su abastecimiento, desgracia de Ucrania y gozo de Putin, que hizo su tesis doctoral en el sistema de formación de la KGB, sobre el valor geopolítico de los hidrocarburos.
La situación no tiene por qué ser la misma con China, pero tampoco tiene por qué no serlo. El «ascenso» de China es el tema internacional más importante que el mundo tiene que enfrentar a lo largo de al menos toda una generación. Integrar a China en el mundo es una necesidad para China y para el mundo. Ofrece grandes oportunidades, pero si éstas se malogran, se transmutarían en riesgos. El botón de muestra, bien resplandeciente, es la extraordinaria dureza con la que Pekín está jugando su partida en el mar del Sur de la China. Si se pliega al Derecho Internacional y respeta a todos los ribereños, buena señal. Si se empecina en decir que eso es tan territorio nacional chino como puedan serlo español las Lagunas de Ruidera, malo.
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