Martín Prieto

Europa y Eurasia

El Presidente de la Federación rusa, Vladimir Putin, no es un personaje grato por mucho que gaste en mercadotecnia, como no puede serlo quien fuera oficial del KGB en Alemania oriental bajo el sovietismo. Pero es razonable suponer que en lo último que está pensando es en una guerra abierta en Ucrania o en la simple ocupación militar del Este del país. El precedente del golpe de mano en Crimea es engañoso; la península es rusa desde Catalina la Grande y en una noche de mucho vodka Jruschov se la regaló a los ucranios en calidad de autonomía. Dentro de las fronteras de la URSS tanto daba ocho que ochenta. El derribo del avión malasio, en el que murió la primera línea en la investigación del SIDA, parece obra de un Ejército de Pancho Villa y no la decisión política y militar de una de las partes en conflicto. Ucrania es la matriz de Rusia, y el Rus de Kiev data de 1200. La primera división fue entre bielorrusos y ucranios. Rusia abarca el 40% de Europa, y la Eurasia que concibe Putin no contempla la anexión de Ucrania sino su integración en una unidad aduanera con Bielorrusia y Kazajastán, temiendo que Kiev sea abducida por la Unión Europea y la OTAN. Este conflicto no puede resultar más absurdo porque ni Bruselas ni Moscú quieren cargar con un país dividido y una economía destruida y corrompida hasta el tuétano. Desapareció la Unión Soviética, el socialismo real, el Pacto de Varsovia y el COMECON, pero la Alianza Atlántica y la Unión Europea han avanzado sobre el Este con gran desparpajo, y el nacionalista Putin y sus ideológos de Eurasia están lógicamente inquietos. Las sanciones son un tiro en el pie que nos damos y la solución a la crisis de juguete está sobre la mesa en forma de una autonomía al Este de una Ucrania fuera de la UE y la OTAN. No hay bloques, y Rusia es Europa.