Política

Ely del Valle

«¿Ex Honorable?»

«¿Ex Honorable?»
«¿Ex Honorable?»larazon

Ni asunto familiar, ni privado. La constatación de que un señor que, como Luis XIV, vendió durante décadas a los catalanes que el Estado era él, ha dedicado la mayor parte de su carrera a hacerle una finta mayúscula al fisco es un escándalo morrocotudo que trasciende el daño que pueda hacer ahora a su partido, que allá ellos, o al efecto que tenga en el proceso soberanista, que es lo único que les interesa a algunos, más preocupados por las consecuencias que por la causa.

La confesión del ex Honorable –si es que alguna vez lo fue– es la de un defraudador que ha tenido, además, la desfachatez de mentir reiteradamente en público empeñando su palabra y utilizando Cataluña de la misma manera que algunos sátrapas usan en la guerra a la población civil: como un escudo. Repasar ahora sus declaraciones, cuando acusaba al mundo de inventarle conductas deshonestas para atacar el orgullo de su tierra, no sólo provoca indignación y sonrojo sino que, además, invalida cada una de las palabras de don Jordi a lo largo de su larga –y rentable– vida. Quien ha sido capaz de defender una mentira con la pasión con la que él lo ha hecho no merece otra cosa.

La confesión de Pujol, independientemente de sus connotaciones políticas, es la confesión de un delito, y si lo ha hecho para salvarle el trasero a su tropa familiar, lo que estaría haciendo es construir una tapadera para que otros presuntos defraudadores se vayan de rositas, lo que también es delictivo. Lo asombroso es que algunos parece que no quieren darse cuenta, empezando por él mismo, que todavía se permite el lujo de decir que no está para dar explicaciones, como si en vez de ser un cacique que llegó a creerse el Rey Sol fuera una «estrella» incómoda por el acoso de los paparazzi. De traca.