Julián Redondo
Exceso de confianza
Empieza el Mundial. Brasil y Croacia alzan el telón. Entre revueltas, protestas, obras inacabadas, diferencias de clase abismales, favelas y mansiones brota el fútbol. Surge el campeonato del mundo con vigor imparable en medio de promesas incumplidas, fortunas desviadas por el sótano de las infraestructuras y playas que muestran la nalga brasilera y adquieren la bandera azul del paraíso. Irrumpe el balón sobre montañas y selvas, pulmones de la humanidad en peligro de extinción, disparates medioambientales que durante un mes vivirán entre paréntesis. Comienza el espectáculo con el anfitrión convencido de su fiabilidad y de sus posibilidades, no ya del 12 de junio sino del 13 de julio. ¿Sobrado? ¿Crecido? Hace 64 años, antes de la histórica final Brasil-Uruguay que reuniría a 200.000 personas en el viejo Maracaná, los canarinhos pensaban en el canasto de goles que iban a regalar a los charrúas; no dudaban, daban la victoria por descontada. Venció Uruguay, 2-1. La derrota estigmatizó al portero Barbosa hasta el fin de sus días y ni siquiera las cinco Copas del Mundo sucesivas que aquella portentosa selección levantó con diferentes generaciones limpió el baldón del 50. Aún se recuerda. Sin embargo, hoy también se da por descontado el triunfo frente a Croacia, como si Pletikosa utilizara guantes de madera y Rakitic y Modric jugaran a otra cosa que no fuera fútbol.
En este deporte, las sorpresas, aunque no reglamentadas, forman parte del juego como el penalti, el saque de banda o el córner. Portugal no pudo evitar que Grecia se alzara con la Eurocopa en Da Luz (2004), y cuando el Madrid y el Barça quisieron reaccionar para impedir que el Atlético les levantara la Liga (hace unos días) era demasiado tarde.
Una de las virtudes de esta selección española campeona de todo es que no se confía, que respeta al rival por encima de todas las cosas, que no alardea de sus éxitos –ni los oculta– y que, una vez en el campo, ni se precipita ni pretende marcar el segundo gol antes que el primero. Tiene estilo, paciencia, talento y está más segura que los brasileños de que ganar un Mundial es dificilísimo.
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