Cristina López Schlichting
Falta ternura
Echo en falta otra manera de abordar el drama del aborto. Cuando Francisca García, presidenta de las Clínicas de Interrupción del Embarazo, se queja de que va a haber cien mil mujeres sin cobertura en la nueva «ley Gallardón», considera de veras que el aborto es un bien o al menos, un mal menor. Sin embargo, yo creo que si se pudiesen salvar cien mil vidas y evitar el trago del quirófano a otras tantas madres sería estupendo. ¿Cómo? Bueno, 101.607 mujeres adujeron en 2011 razones «económicas o personales» para abortar... ¿Tan difícil es asegurarles una renta vital por dos años, por ejemplo? ¿No se podrían usar los 78 millones de euros que nos cuestan todos esos abortos? Otras tres mil abortaron por enfermedad del feto; ¿cuántas se habrían animado a dar a luz a su hijo si verdaderamente integrásemos a los que nazcan con síndrome de Down y les diésemos recursos? ¿De veras es tan difícil luchar por mejorar las cosas? ¿Por qué los que luchan por la utopía progresista abandonan? La respuesta, supongo, es el vil metal. Dice la señora García que si la ley se restringe, se resentirá la salud de las mujeres. ¿Acaso no se resiente la salud mental y física por un aborto? Conozco a mujeres que llevan 20 años calculando la edad que tendría su hijo de haber nacido. ¿Es cosa de salud la eliminación de un síndrome de Down, un cojo, un paralítico? ¿No es eugenesia? ¿No hemos aplaudido todos el abrazo del Papa a un enfermo con el rostro lleno de tumores? ¿Es que somos hipócritas? No sé, pienso en Francisco: falta corazón, falta ternura. Hacia las mujeres y los discapacitados.
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