Ángela Vallvey

Familias

Encuentro admirable el sentido chino de la «familia». Confucio aseguraba que quienes aman a sus padres no se atreven a odiar a otras personas ni a ser descorteses; Tseng Tse estaba convencido de que el cariño filial es el origen de la virtud y la cultura. Otros autores han sido más irónicos: decía un pensador oriental que la familia china es una unidad comunista guiada por el principio «haz lo que puedas y toma lo que necesites». La familia china tiene un enorme sentido de la obligación moral que la lleva a establecer vínculos muy sólidos de ayuda mutua en aras del honor familiar. Eso, a mi modo de ver, ha hecho crecer a China, y no El Gran Salto Adelante o el «comunismo neocon» de sus últimos dirigentes.

La familia también ha ayudado a pasar los peores momentos de la historia de España, incluyendo el presente. Enraíza a la tierra, serena, cobija y construye. En nuestro país las familias han cambiado desde aquel modelo único y tradicional tan ensalzado en época franquista. Ahora también abundan las monoparentales, desestructuradas, disfuncionales... En muchos casos, la afinidad es el elemento aglutinante de la familia, más que la consanguineidad. Tanto las familias chinas como las españolas intentan administrarse. Mientras la española acude el banco a pedir crédito, pero no lo consigue, las chinas tienen el «guanxi», un sistema de préstamos privados por el que familiares, amigos o compatriotas desembolsan el capital. O sea, micromecenazgo, o «crowdfunding» oriental.

Joseph Joubert decía que la verdadera ciudadanía consiste en administrar una casa, así que es de suponer que cuanto más difícil se hace administrarla, por falta de recursos o por las adversas circunstancias, más meritorio resulta mantener la categoría de ciudadano. Desde aquí a la China, las familias lo logran: son el pequeño ejército de cada hogar.