Política

Abel Hernández

Felipe y Letizia

Felipe y Letizia
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Hoy hace diez años que se casaron el Príncipe Felipe y Letizia Ortiz. Como no podía ser menos, la boda del heredero de la Corona con una popular comunicadora de televisión, dio que hablar. Dentro de la propia Casa Real costó al principio asimilar el anuncio del noviazgo del Príncipe enamorado. Las mayores reticencias a esta boda procedieron de los sectores monárquicos tradicionales. Los Reyes, especialmente Doña Sofía, procuraron suavizar tensiones producidas por la entrada de una extraña en la familia, con una vida personal a cuestas, y la guapa e inteligente presentadora del telediario se esforzó desde el primer día en aprender el oficio de Princesa. Poco a poco fue encontrando su papel en la casa, no precisamente un papel pasivo y sin dificultades. Nacieron las Infantas Leonor y Sofía, que garantizan la continuidad de la institución. Diez años después de la boda en la Almudena, el matrimonio parece bien avenido, a la Princesa Letizia le asignan muchos cierta capacidad para modernizar la institución monárquica, que en estos primeros años del siglo XXI, por fallos personales y el descrédito general de todas las instituciones, ha sufrido un considerable deterioro, y el Príncipe de Asturias ha multiplicado su actividad pública dentro y fuera de España, demostrando que está perfectamente capacitado para ceñir un día la Corona con garantías, hasta el punto de que su popularidad supera ahora a la de su padre.

Ésto, unido a los sucesivos achaques físicos de Don Juan Carlos, que han limitado su movilidad, ha dado pie a una campaña latente, más o menos organizada, en distintas publicaciones llamativas y mediante una considerable actividad en las redes sociales, intentando forzar la abdicación del Rey. No parece que tal propósito tenga ninguna traza de prosperar. El reinado de Don Juan Carlos, que desde la izquierda aventuraron que sería el de «Juan Carlos, el breve», está a punto de alcanzar los cuarenta años, y para los historiadores más serios constituye el mayor período de progreso y libertad de toda la historia de España. Con la perspectiva de estas cuatro décadas, es preciso reconocer que el papel del Rey ha sido fundamental para la llegada y el mantenimiento de la democracia. Y sigue ganándose el sueldo. A medida que mejora de sus achaques y gana en movilidad, aumenta su actividad pública, que nunca ha cesado, y recupera, paso a paso, la popularidad perdida. La campaña contra la Monarquía, con especial incidencia entre los jóvenes, promovida por el Partido Comunista y sus aledaños, quebrantando así el pacto que el PCE de Santiago Carrillo hizo con la Corona, no tiene, a juzgar por recientes sondeos de opinión, demasiado recorrido ahora mismo. La Monarquía, símbolo y aglutinante de unidad, aparece mucho más arraigada en España que la República. Y la sucesión a la Corona está bien garantizada. Los príncipes herederos celebran el décimo aniversario de su boda –¡Felicidades, Altezas!– coincidiendo con la concesión del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades a Quino, el autor de la rebelde y desenvuelta Mafalda. Todo un signo de los nuevos tiempos.