Alfonso Merlos

Filosofía y autoestopista

Visto lo visto, al señor Mas ya sólo le resta sujetar un papel o un cartón con el nombre de su destino. Pero el irresoluble problema de esta particular autoestopista (¡dónde ha quedado el pastor de masas y conciencias!) es que desconoce su destino. Es una sombra de capitán sin rumbo, a la deriva, sin carta náutica a la que aferrarse, sin costa en la que fondear, sin puerto en el que atracar; con serias vías de agua dañando el casco del buque separatista y una imperiosa necesidad de recurrir a las bombas de achique.

Es difícil encontrar a un político de primera fila en la historia reciente de España más enrocado en su mayúsculo error, más inflexible en sus desquiciantes planteamientos, más unido al embuste. ¿Qué es eso de que ha sido Rajoy quien ha perturbado la convivencia y generado una crisis institucional y azuzado contra el diálogo entre personas? ¿A qué vienen esas insinuaciones fundadas sobre un lenguaje orwelliano y una realidad llena de hologramas, sólo visible para los campeones de la halterofilia independentista?

Pero ahí no queda el delirio de don Artur. Ha estado ciertamente insuperable con su reflexión altísima y condensada en un aforismo sobre la victoria, la derrota, la lucha y el afán de superación de las personas ante los desafíos de la Historia. ¡Ha nacido un filósofo! ¡Grande! Y el Tribunal Constitucional, sin enterarse. No, señor Mas. Toneladas y toneladas de propaganda –tanto da que sean en algún apesebrado medio nacionalista que en un periódico de referencia planetaria– no tienen por qué sepultar la verdad. Y la verdad es que usted tenía razón cuando pensaba que el concepto de independencia está un poco oxidado y anticuado. ¿Se acuerda?