Julián Redondo
Fracaso
Sonó algún silbido en el Calderón cuando los chicos de casa perdían el balón o lo rifaban, como si la pelota no tuviera valor o fuera objeto inalcanzable, salvo para el Celta, mejor dispuesto, más centrado en la cuestión y con más luces. Lo que es el fútbol. Simeone, a la desesperada por la fatalidad que taladró a Tiago, lanzó una opa hostil sobre Augusto, uno de los faros de Vigo, y ni por ésas superó la eliminatoria. El recién adquirido y ya utilizado mediocentro no jugó ni un minuto del crucial encuentro. Berizzo no pudo alinearlo y el Cholo no quiso. Afirmar que con el fichaje le habría ido mejor al Atlético es una hipótesis próxima a lo absurdo. El Celta sigue adelante porque jugó al fútbol infinitamente mejor que el adversario, y porque creyó más en sus posibilidades. Al Atlético no hay que pasarle por alto el traspié. Es un fracaso rotundo que un equipo inferior, sobre el papel, y al que dobla el presupuesto le haya barrido en su casa.
A Berizzo le faltó Augusto y ni siquiera pudo alinear a Nolito, en el programa del Barça, y sin embargo venció porque fue superior en todas las parcelas. El sistema defensivo rojiblanco se desmoronó con fallos incomprensibles en el equipo que mejor defiende de Europa. Le sobraron errores y ansiedad cuando el partido exigía serenidad. Horrible atrás, espeso en la media e incapaz arriba, pese a los dos goles, ante un rival concentrado y encendido tenía que perder. Así fue. El retorno atlético a la zona VIP profundiza en sus fracasos. Que aprenda y que espabile.
Ahora la cita es en el Camp Nou, donde se juega la Liga. El Barcelona le ganó en el Calderón. Fue superior. También lo era el Atlético antes de jugar con el Celta. Luego... nunca te canses de levantarte.
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