Toni Bolaño

Fracaso y ridículo

Se consumó la división. Decían los nacionalistas que desde el resto de España se trataba de dividir a los catalanes. No ha hecho falta. Los catalanes se han dividido solos, gracias a la actitud de Mas y de su socio preferido, Esquerra Republicana. Juntos han iniciado una aventura, con el servil apoyo de Iniciativa per Cataluña. Mucho claman los ecosocialistas contra los recortes y la corrupción, pero se han plegado a los designios de esa supuesta mayoría nacionalista que divide a los catalanes entre buenos y malos. Los buenos, los independentistas. Los malos, los que también se consideran españoles. Los traidores, los «botiflers» en el lenguaje sectario del pensamiento único nacionalista. A pesar de la división en el seno de su partido, Pere Navarro, el primer secretario, ha tenido una actitud ejemplar. Ha ejercido de secretario general. El PSC ha dicho no a la utilización del derecho a decidir como muleta de la independencia. Ha dicho no al secuestro de la legalidad y de la democracia. Ha defendido el modelo federal frente al unionismo del PP o Ciutadans. Ha tomado una decisión difícil pero ha marcado las líneas rojas que los socialistas incluyeron en su programa electoral. No ha cambiado. Los críticos sí lo han hecho. Con su particular síndrome de Estocolmo han expresado su malestar rompiendo la disciplina de voto aderezada con los tuits de sus partidarios. Un dato para la estadística. Los críticos siguen representando el 25%. Lo mismo que en el último congreso.

Navarro ha optado por afrontar la crisis, por dar la cara. Dejar claro que se avecinan tiempos revueltos y ante la incertidumbre más vale pocos pero bien avenidos. Los críticos han equivocado su opción política. El PSC no es soberanista. No podía dar apoyo a una resolución que presupone el final independiente de Cataluña. O se han equivocado de partido o han fracasado en su intento de controlar la dirección. Navarro ha ganado y ha puesto fin a los vaivenes de las últimas semanas.

La crisis de CiU es una anécdota. No habrá ruptura en la coalición. Duran sólo ha marcado terreno. Está harto y herido. Lo han ninguneado en la formación de gobierno y en los pactos electorales. Lo han acusado de ser el culpable de la derrota el 25-N. Y le han dejado solo con su «caso Pallerols». Conclusión: puñetazo encima de la mesa pero la sangre no llegará al río.

Se consumó la división y esa gran mayoría excepcional que Mas ansiaba en las elecciones –y no consiguió– le ha vuelto a ser negada en el Parlament. El barco a Ítaca parte haciendo agua. No ha conseguido tampoco las ansiadas dos terceras partes de apoyos a su declaración soberanista. Nuevamente ha cosechado un nuevo fracaso, un gran fracaso, y ha rondado, si no está inmerso, el ridículo.