Cristina López Schlichting

Francisco baila con Celia Cruz

¡Azúcar! Cuando la grisura aprieta y llegan las penas, los discos de la cubana te sacan del atasco. A Celia Cruz se le deben risa, baile y los mejores consejos para salpimentar el amor, pero Fidel consiguió que muriese arrancada de su tierra, porque no quería obedecer. Las campanas derramaron ayer su sonido por toda la patria explotando de alegría, no por la victoria del régimen –como mintió Raúl Castro– sino porque está languideciendo. Hay que ser cautos, porque la momia gallega sigue en pie y hay prisioneros políticos en las cárceles y cuando un cubano sale para siempre de la isla siguen viniendo los del partido a requisar su cama y llevarse hasta el último alfiler, pero esto es clavadito al franquismo de los sesenta. El biquini, las suecas y los Beatles cambiaron la vida de los españoles, aunque la otra momia, la de El Pardo, siguiera coleando hasta el 75. Fidel ha muerto, aunque él no lo sepa. Han muerto su marxismo rancio, su muro de agua, su entrenamiento en el odio, porque si algo le cuesta a un cubano maravilloso es odiar. ¿Se imaginan a Celia Cruz odiando?

La Iglesia ha aplicado en la isla la «realpolitik». Desde Juan Pablo II ha ido ganando territorio, parroquia a parroquia. Los templos que eran establos, canchas, bares están siendo consagrados de nuevo y los viejos se quitan las legañas mezcladas con lágrimas por la Virgen de la Caridad del Cobre. Hay 50 seminaristas en el La Habana –48 de ellos hijos de familias ateas–; hay un seminario nuevo, hay una universidad encubierta –el centro cultural Felipe Varela–. Ya se están pergeñando los acuerdos Iglesia-Estado, como en los países civilizados, donde amar la belleza del cielo no es un pecado estatal. Los de Miami tienen su punto de razón –Fariñas, Guedes, Payá- el régimen está ahí... pero ha perdido las piernas, que eran la URSS y Chavez. Es como el cadáver taxidermizado de Lenin en la Plaza Roja: mejillas rosadas, pero relleno de paja. Los Castro han hecho lo que tenían que hacer para boquear algo de oxígeno; Obama lo necesario para pasar a la Historia después de una legislatura amorfa; sólo la Iglesia ha apostado una vez más por el hombre, por las personas que ganan 20 euros al mes, por las que languidecen de pena en el exilio. Morirán el partido y el Ché, el pan y la fe volverán a Cuba y los cubanos llenarán Cádiz porque, como cantó Carlos Cano: «La Habana es Cádiz con más negritos; Cádiz, La Habana con más salero».