Alfonso Ussía

Frase inmortal

Soy un gran aficionado a las frases inmortales de los hombres de Estado y los políticos. «El viento no es de nadie» de Zapatero se me antoja insuperable. Al movimiento «Gay», en su sector izquierdoso, poca gracia le hizo la broma de Fidel Castro cuando llamó a José María Aznar «mariconzón». La gran frase inmortal es de Churchill, elogiando a los aviadores de la RAF después de la batalla en los cielos británicos contra los ingenios alemanes: «Jamás tantos le debieron tanto a tan pocos». La pregunta más inteligente de la Historia de la Humanidad es la que le formuló Eva a Adán, según Edgar Neville. En el Paraíso Terrenal vivían solos Adán y Eva, y éste, algo machista, quiso llamar la atención de su compañera, mientras se acicalaban a orillas de un lago cristalino. - Oye tú, pchissstt-; y Eva preguntó: -¿Es a mí?-. Cuando el seductor ministro del Gobierno de Silvela fue descubierto por su santa esposa en pleno fornicio con una empleada del hogar, amainó el temporal con una reflexión lógica. Al alarido conyugal de «¡Estoy sorprendida!», su esposo, ladeándose en muelle incorporación le regaló una bella lección del buen uso del idioma. «No Maruja, no. A lo sumo estarás asombrada. Los sorprendidos hemos sido nosotros». Revelación desagradable la del ministro de Comunicaciones de Gabón a Sabino Fernández Campo durante un almuerzo en el Palacio Presidencial en honor del Rey. El manjar consistía en mano de mono asada. El ministro advirtió una queja gestual en Sabino, y le animó a probar la especialidad culinaria: -Es una carne muy sabrosa, de mono plateado. Pruébela sin miedo. Hace unos años las comíamos de misioneros-; Sabino, listísimo, dejó al ministro sin reacción: -Lo siento mucho, señor ministro, pero tengo alto el colesterol y mi médico me ha prohibido expresamente la mano de mono. Y le hicieron una tortilla francesa.

Cuando Bibiana Aído aseguró, sostenida por su honda sabiduría científica, que el feto en el vientre de una mujer no es humano hasta alcanzar las veinte semanas de embarazo, tuvo que responder a la pregunta de un malvado periodista, nada progresista por cierto. ¿El feto de una jirafa es de jirafa a las quince semanas de gestación? Y Bibiana Aído dio muestras de su gran preparación científica: -Un feto de jirafa es siempre una jirafa, pero un feto humano, no siempre es un ser humano. Y no siga usted por ahí que me pongo de muy mala leche-.

Picardo, el cónsul británico en Gibraltar, lo ha dejado claro: «El infierno se congelará antes de que retire los bloques». Ignoro dónde pronunció tan inmortal sentencia, si en Gibraltar o en su chalé de Sotogrande, que últimamente en Sotogrande les venden chalés al primero que pasa. Sin pretenderlo, ha entrado en la Teología, y con la Teología como compañera no se triunfa en la política. Picardo, que es muy andaluz en sus reacciones, ha querido hacerse el fino y el culto, y le ha salido la frase rana. De haber dicho «no se me ha pasado por la cabeza retirar los bloques de hormigón, entre otros motivos, porque no me sale de los huevos», interpretaríamos que su posición responde a la más absoluta firmeza. Pero mezclar el porvenir de los bloques con la congelación del Infierno es de aurora boreal, la típica pasada del exagerado, del farol y del osado. De haber dicho «antes vendo mi chalé de Sotogrande que mando retirar los bloques de hormigón», creeríamos en Picardo. Demostraría un gran patriotismo colonial, porque en Gibraltar Picardo se aburre una barbaridad y donde se divierte es en Sotogrande, que tiene mérito, pero la vida está abierta a toda suerte de gustos y preferencias. Lo del infierno es una metáfora poco lograda, de poeta en trance de abandonar la Poesía por inseguridad en la métrica y la rima. Lo de los bloques ha sido una gamberrada, y su solución no está en manos de Picardo. Si nos atenemos al Tratado de Utrecht, esos bloques han sido depositados en fondos de aguas españolas, y será la diplomacia de los Estados en litigio o los tribunales internacionales los que decidan sobre su futuro. Picardo, no. A Picardo lo tienen que defender sus amos, los ingleses, pero su participación en la solución de la crisis va a tener menos influencia que la de «Lorena», la mona más vieja de la Roca, la que mordió a Ana de Inglaterra al confundirla con una yegua pelirroja. Hay que inventar otra frase para pasar a la inmortalidad.