Historia

César Lumbreras

Fray Juan Gil y Pedro Páez

La Razón
La RazónLa Razón

Hay personajes que han sido claves en la historia, pero también muy desconocidos, a los que se debe rendir un homenaje. Por ejemplo, ahora que se habla tanto de Cervantes, conviene no olvidar a Fray Juan Gil, un religioso trinitario nacido en la localidad abulense de Arévalo, que fue uno de los autores de la redención o liberación del cautivo Cervantes, preso en tierras del norte de África. Vamos, que, sin su intervención, es posible que Cervantes no hubiese podido escribir esa joya que es «El Quijote». Merece la pena echar un vistazo a su biografía y comprobar las proezas que protagonizó, que se agrandan todavía más si las situamos en el contexto de su época. Fue un viajero infatigable, a la par que erudito.

Otro tanto sucede con el jesuita Pedro Páez, contemporáneo del anterior y, desgraciadamente, también muy desconocido en España. Fue, ni más ni menos, el primer europeo en alcanzar las fuentes del Nilo Azul en la actual Etiopía, por mucho que otros se hayan atribuido este mérito bastantes años después. Nacido en una localidad madrileña, que entonces se llamaba Olmeda de las Cebollas y, hoy, Olmeda de las Fuentes, murió en ese país, donde actualmente es más conocido que en el nuestro. Su vida, contada por Javier Reverte en su obra «Dios, el Diablo y la Aventura», es una sucesión de estas últimas, a cual de ellas más interesante. Sufrió cautiverio en varias ocasiones, a lo que sobrevivió de milagro. Recorrió miles y miles de kilómetros en las condiciones más penosas, aprendió idiomas como el árabe y el amárico, y escribió una Historia de Etiopía, que hoy sigue siendo de consulta obligada. Como decía al principio, sirva esta columna de obligado reconocimiento a esos dos españoles ilustres, más que grandes, muy grandes, a los que algún día deberíamos poner en el lugar que por justicia les corresponde gracias a las hazañas que protagonizaron.