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La Razón
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Con motivo del Día para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, alguien de mi círculo colocó en su muro en una red social una entrevista con Bernando Bertolucci, el famoso director de cine. Con una pinta de mamarracho importante, el realizador italiano reconocía que la famosa escena de la mantequilla de «El último tango en París» en realidad fue una violación a María Schneider, la joven actriz protagonista. Durante un desayuno que compartió con Marlon Brando, y después de verle untar una tostada, ambos cruzaron una mirada. A partir de ahí urdieron un plan que pasaba, fundamentalmente, por ocultarle a la joven lo que iba a ocurrirle en realidad: sodomizada a la fuerza. Las lágrimas de María, su espanto, todo fue verdad. Pasados unos años, ella tuvo que ingresar en un centro psiquiátrico, traumatizada de por vida por aquel instante. Ella lo contó pero nadie la creyó, seguro que les suena. María Schneider murió hace unos años después de haber afirmado que nunca pudo negarse, nunca supo lo que estaba sucediendo. Bernando Bertolucci reconocía en esa entrevista disfrazado de imbécil excéntrico todo lo que en su día contó María. Verle provoca el vómito. En un tono absolutamente condescendiente con la actriz francesa, justifica la violación para contribuir al arte. «Ella murió hace años y me hubiera gustado disculparme. Fue una gran actuación y yo sé que uno necesita usar cualquier método que tenga a su disposición para lograr una buena toma, pero puede que me haya extralimitado». «Los actores se compenetran mucho en los personajes que encarnan, porque de alguna manera están trayendo a la vida algo que sólo existe en el papel. También creo que los actores son sus propios escritores en cada film. Sin embargo, creo que después de esta película, María quedó marcada por el resto de su vida». Qué pena que nadie le haya dicho que además de ser un hijo de puta destrozó a una mujer por una película que es una mierda.