Alfonso Merlos
Gerontocracia trasnochada
No. No es sólo una cuestión de edad elevada, de trayectoria agotada, de exceso de cargos y de responsabilidades en lo más alto de un sindicato. Es una cuestión de ideas. Y como en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, lo que le ocurre en especial a UGT es que falta proyecto, oxígeno, ganas de regeneración, un impulso, la autocrítica. El deseo de ser mejores y de servir mejor al interés general. Quizá es que así se las gastan como regla los comunistas. O, tirando por elevación, los que están asentados en el poder. Pero hay una obligación ciudadana de presionar, de vigilar, de escrutar el comportamiento de estos líderes proletarios que sólo entienden el lenguaje del inmovilismo, que se agarran a las paredes para permanecer en el chollo de sus privilegios varios y prebendas múltiples. ¡No, señores! Aquí no hay cacería, ni ojeriza, ni una ofensiva descarnada e irracional contra Méndez, Toxo y cía. Aquí hay el hartazgo de la sociedad española con unos comportamientos intolerables desde el punto de vista de la gestión, con un falso liderazgo que es incapaz de abrir el paso y ceder espacio a las nuevas generaciones. ¿A qué tienen miedo? ¿Por qué temen ceder el testigo?
Es muy simple. No pequemos en exceso de ingenuidad. Está latente en las cúpulas de nuestros vetustos sindicatos de clase un portentoso pavor al hecho de que alguien con otra mentalidad y otro brío llegue y sacuda las alfombras. Porque bajo ellas hay quizá demasiadas facturas difícilmente justificables. Porque probablemente tapan un exceso de ayudas y subvenciones que en algún porcentaje han sido malversadas. No es el problema la veteranía de estas élites. Lo es más su carencia de dignidad y de empuje. Su desprecio a los trabajadores. Su falta de patriotismo. ¿Alguien lo duda?
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