Restringido

Gibraltar español

Las medidas adoptadas por el Gobierno español durante los últimos días son el mínimo. Y no se entiende que alguien pueda oponerse a algo tan básico como que se cumpla la ley, que se respete el medio ambiente, que se intente el respeto pacífico de nuestro territorio, que se impida echar esos bloques de hormigón..., que puedan trabajar nuestros pescadores, que se empiece a aplicar la legislación tributaria, que se tengan en cuenta los sentimientos de los españoles, que se respete el Derecho europeo e internacional...

Pero es que, hablar de ley en Gibraltar es ya a estas alturas algo gracioso: la ley se ha incumplido sistemáticamente desde su propio origen. La propia conquista fue ilegal, traicionándose el hecho de que la rendición se hacía ante el pabellón español y que iban a ondear nuestras banderas, para realizarse al día siguiente una ocupación siguiendo métodos de piratería y de pura rapiña. Podríamos recordar las continuas ilegalidades a lo largo de los siglos. Pero esto está también tan claro que no merece mayor difusión, ni énfasis alguno. Todo esto de la ley a Inglaterra no parece importarle mucho. Estamos ante un asunto de pura fuerza que se presenta a veces como el fruto de un glorioso episodio militar, donde el Derecho nada vale y donde la única cuestión que al parecer se entiende es si seríamos capaces realmente de ganar esta batalla (esto es lo único que habría que examinar, porque la recuperación es más que legítima).

Si lo que hace el ministro Margallo es hasta elemental y la ley aquí da lo mismo ¿de qué hablamos entonces? Pues bien, se da la paradoja de que la colonia en cuestión pertenece a un país que es nuestro aliado, pero incluso algo más que un aliado: a la hora de tomar partido en el nuevo orden internacional España ha optado decididamente por alinearse (como es sabido) con Reino Unido y Estados Unidos y demás países de este bloque, en vez de seguir otras posibles tendencias. Entonces, sinceramente, lo que no se entiende es que estemos en este club y que no se nos corresponda con algo tan básico como la recuperación territorial de Gibraltar, cuando además existen precedentes (incluso con Estados no aliados, como China) respecto de los que en cambio Reino Unido ha accedido a tales pretensiones de recuperación o normalización territorial. Si esto es así, surgiría la pregunta de qué estamos haciendo con estos socios y hasta la tentación de juntarnos a Rusia o China, por ejemplo, a ver si nos va mejor y de esta forma conseguimos más fuerza, que aquí es lo único que se entiende. En un asunto de tanta trascendencia histórica para nosotros como Gibraltar, no sólo la ley, también la racionalidad y la lógica parecen situarse a barlovento. Desde luego, la visita a finales de este mes de varios barcos de la Royal Navy es un hecho estúpido y arbitrario.

No estoy en contra, obviamente, de pertenecer al club de Reino Unido o Estados Unidos, no parece haber otra opción realista, pero aquí no estamos tomando decisiones sino analizando intelectualmente. Y en este sentido reclamo un cambio de actitud de lo inglés hacia lo hispano en general, que debe empezar por Gibraltar. Si somos aliados, y si lo hispano busca su simbiosis con lo inglés, es exigible que el Reino Unido despierte y supere inercias ideológicas del pasado. Esto es difícil (y ésta es la raíz del problema) porque el caso es que históricamente el florecimiento de lo inglés se ha hecho en gran medida, esencialmente, a costa de mermar el mundo hispánico (Las Malvinas, Filipinas, Puerto Rico, Tejas, Florida, California, el apoyo inglés de las divisiones entre Panamá y Colombia o entre Argentina, Uruguay y Chile, Gibraltar...), sin olvidar que estamos ante las dos grandes visiones del mundo occidental. No es fácil vencer lo inconsciente, pero es exigible la recuperación de Gibraltar si realmente lo hispano está colaborando hoy con lo inglés, en vez de cerrarnos en nuestro mundo o servir a otros bloques o tendencias. Lo que no impide que los españoles debamos también empezar a darnos cuenta de que tenemos que aprender a «ser como ellos», es decir, pensar en clave nacional y «todos a una en estos temas». ¡La división entre españoles en la guerra de sucesión fue precisamente lo que originó Gibraltar! No podemos estar generando divisiones internas, mirando después fuera para ver quién ayuda a cada bando de la contienda civil. En este sentido, Gibraltar no se solucionará mientras que España tenga gobernantes «autonómicos» que se dediquen a hacer declaraciones a favor «del contrario», en un asunto tan sensible como éste. Y, por cierto, como podemos ver, de independizarse aquellos, no tendrán el menor reparo en aliarse a cualquier potencial enemigo nuestro, de ahí nuevamente la necesidad de la unidad.