Francisco Nieva
Glosario de actualidad
Es infinitamente desagradable ver por televisión entrar y salir al innominable de su casa, escuchar sus hurañas respuestas, verle entrar en su coche y largarse tan fresco, sin que lo detengan de una vez por todas. Así un día y otro día, un mes y otro mes pasó.... ¡Qué fastidio y qué exasperación! Que acabe pronto este largo serial. Tampoco es moco de pavo que en los coloquios televisivos hablen dos a la vez –en ocasiones, tres–, sin escucharse los unos a los otros. Es como un insulto al televidente y el peor ejemplo de mala educación. El personal indocto termina aprendiendo y piensa que éste es el mejor modo de llevar razón. Como en tiempos lo fuera el teatro, ahora la televisión es escuela de costumbres. Grosero y exasperante espectáculo. Nada contribuye más a la irritación general que el abominable gallinero mediático que se nos obliga a sufrir en la actualidad. ¡Váyanse ustedes con viento fresco, abandonen ya este corral!
Al parecer el Eurovegas nos obliga a tener manga ancha con la ley antitabaco, después de un tiempo inmemorial de exaltar el fotogénico y cinematográfico glamour de fumar. Antaño, como director escénico de «Los sobrinos del Capitán Grant», cuidé mucho el famoso número de las fumadoras: - «Si es en el hombre un vicio el de fumar, en la mujer es gracia particular».
No aparecían en las pantallas más que bellas y ricas vampiresas que no fueran armadas de una larguísima boquilla dorada. Fue como otra fuente mediática inagotable y sugestiva, impuesta por el negocio tabacalero. Un tópico de lo más familiar y recurrente. Una chica fumando y subida en la tapa de un piano de cola era el no va más. La gran sacerdotisa y celebrante era Clara Bow.
El más gustoso pecado infantil era fumar en el retrete o refugiados en algún solar apartado del vecindario. Hasta que se produjo la prohibición y hubo señoras que llamaban a la Policía pidiendo socorro, como si las fueran a violar. Cuando hubo mujeres que se mataron fumando a todo tren, con pleno consentimiento civil. Esto ha sido como un vuelco sideral. Todo va al revés. El gran problema de Eurovegas es que si la gente no puede fumar, no quiere jugar. Y los negocios, son los negocios.
Otra cosa de lo más chocante. En Francia se ha celebrado el primer matrimonio homosexual con gran despliegue policíaco para evitar peores disturbios de los que ya se han producido al respecto. La extrema derecha católica en Francia es de lo más temible y tiene un inmenso poder, porque son dos extremas derechas, la católica y la protestante o hugonota. A las dos he pertenecido yo, por ligámenes familiares y esponsales. Yo llegué a tocar el órgano en la protestante y exquisita parroquia del barrio de Passy, en París, llena de millonarios devotos y chicos bien.
Yo le llegué a decir a un primo político, cultísimo, proustiano y esnob, amigo íntimo de Philipine de Rothchild: - «Reconoce que nuestra respetable familia es deleznable, espantosa y cruel». - «Sí, es espantosa, pero también condenadamente chic». - «Para ser todavía peor. A mí lo chic me fastidia en grande. Lo chic no tiene corazón. Ninguno de nuestros parientes conservadores tiene corazón. Les basta con tener al Dios de la ira y de la justicia de su parte. Ponen en la calle con un bebé en los brazos a una prima nuestra por ser madre soltera. A otro, lo internan a la fuerza en una clínica para curarle de la homosexualidad y lo vuelven tonto de remate. Y nosotros, callados como piedras. ¿No sientes que estamos como viviendo sumidos en el fango hasta el cuello? Hay que renunciar a ser familia en estas condiciones, rebelémonos. ¡Basta ya! Dan ganas de mandarlos a todos de excursión al Monte Sinaí». - «Tienes toda la razón y puede que no lo pasen muy bien. No hay un Oriente Express para atravesar el desierto y su mucho dinero no les sirve allí». - «¡Malditas, malditas sean de Dios las familias francesas de ultraderecha! Y no te digo más».
¡Ah, la actualidad! Ahora parece que vivimos en otra civilización, llena de restricciones, una civilización penitenciaria, en donde todas las luces se apagan antes por orden de la autoridad. Los políticos que nos administran y nos rigen son como suegros y cuñadas, con cara de estar en visita de pésame y hasta parece que ellos mismos han muerto hace tiempo. Nos mandan y vigilan esos muertos. El ojo económico de la providencia no nos quita la vista de encima. Todo parece agonizar: la cultura, las diversiones, las relaciones humanas... Un clima kafkiano y pesimista, como si todos viviéramos denunciados por el vecindario y pendientes de un proceso imparable, en el que nos van a condenar.
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