Julián Redondo
Hipnosis profunda
El Barça no afloja, encaramado a la ola óptima. Hipnotizó al Espanyol en el primer tiempo, cuando le derrotó con la sonrisa cómplice de Mateu, que en el segundo le bajó los humos, y ni siquiera con uno menos permitió un gorgojeo a los «pericos». Luis Enrique, tan parco en frases grandilocuentes, a la chita callando, con el amigo Zubizarreta en sus oraciones, ha situado al equipo donde le corresponde por la epopeya del siglo XXI. Rota jugadores, suma puntos, se consolida en el liderazgo y aparenta que los símbolos le importan tan poco como los presidentes. Xavi entró cuando tocaba y poco le importó que cumpliera 500 partidos ligueros, una cifra colosal. Va a lo suyo, que es lo que conviene al equipo. Discutido hasta en el vestuario, compite en tres frentes con aspiraciones: muy favorito en Copa, algo menos en Liga, y en «Champions» el reto es mayúsculo porque necesita demostrar todas sus cualidades para superar al Bayern.
Contaba el Madrid, quizá, con un pinchazo azulgrana. No se produjo y en Balaídos es fundamental que venza sin Modric, Bale y Benzema si no quiere regresar doblemente derrotado. El Celta es un rival peliagudo que, liderado por Nolito, exige tanto al adversario que le sitúa al borde del nolotil, por los dolores de cabeza que produce. Es un hueso que exigirá la mejor versión madridista si pretende reducir la distancia con el Barça, objetivo inexcusable. Como lo era del Atlético deshacerse del Elche, empujado al sepulcro del descenso administrativo por la que se antoja devastadora gestión del presidente Sepulcre. Perdió y lamieron sus heridas los rojiblancos, dispuestos a luchar por la plaza del Madrid. Que Nolito no lo hipnotice.
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