Marta Robles
Humo de neumáticos
El humo de los neumáticos ardientes parece más humo que cualquier otro. Es un humo negro, intensamente negro, que provoca pavor. Imagino como se sienten los habitantes de esa urbanización cercana, la famosa Seseña del Pocero. Ese lugar que durante un tiempo fue un espacio solitario, casi fantasma y que, por fin, se reconvirtió en un buen espacio para vivir. Una se pregunta cómo es posible que, de pronto, sucedan cosas tan inesperadas como que a alguien se le ocurra plantar un cementerio de neumáticos, de caucho venenoso, al ladito de zonas habitadas. Pero cosas más raras se han visto. Recuerdo que, de joven, recogí infinidad de firmas para parar una gasolinera que pretendían hacer al lado de la casa de apartamentos en la que yo vivía, incumpliendo todas las normas. Lo logramos de milagro. Y porque tuvimos la suerte de enterarnos antes de que la fechoría se realizase. Si mañana a cualquiera le colocan, de un día para otro, un peligro de grandes proporciones al lado, pues se queja, claro, cómo no. Y empiezan las sentencias y todas esas cosas, pero todo se dilata en el tiempo. Si hay suerte no pasa nada. Pero, puede suceder. Como en este caso en concreto, donde podrían existir intereses ocultos, de esos que llevan a prender fuego a cualquier cosa por venenosa que sea. En España casi todos los fuegos malvados son provocados, así que no es raro que se piense que este de los neumáticos de Seseña, también lo ha sido. Máxime sabiendo que la zona estaba muy húmeda por las abundantes lluvias de los últimos días. El fuego está controlado. A los rescoldos, tóxicos aún les quedaban días de vida...
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