Pilar Ferrer

Inmune, que algo queda

A remero que naufraga, puente de plata. Es un buen refrán claramente aplicable a José Antonio Griñan, que abandona la presidencia de la Junta de Andalucía en unos días, para ubicarse en el Senado. Todo atado, y bien atado. No en vano, él conoce muy bien los resortes del orden y mando. Hijo de Octaviano Griñán Gutiérrez, oficial del Cuarto Militar de Franco, y sobrino del presidente de la Diputación Provincial de Madrid durante el franquismo, José Martínez Emperador, nadie le critica por ello. Los orígenes, aunque la izquierda nunca lo practica, no definen a nadie. Pero el caso de Griñán, es de libro. Siempre fue un segundón a la sombra de Manuel Chaves, jamás ganó unas elecciones, y ahora, se permite designar sucesora y destino.

Después del traspaso de poderes a Susana Díaz, esto sí que es un «dedazo» en toda regla. Con unas primarias amañadas, Griñán irá como senador autonómico a Marid. La Ley de Régimen Electoral General permite que, dirigentes políticos del partido puedan ser elegidos senadores por el Parlamento regional, en función de su censo, e incluso fuera de una lista electoral. Una jugada maestra, con el objetivo de que Griñán siga siendo aforado, ante el aluvión judicial que se avecina. La jueza Mercedes Alaya no se para en barras, y las presuntas implicaciones del todavía presidente andaluz exigen una inmunidad que sólo es propia del aforamiento.

Es una burla a los andaluces y a todos los ciudadanos. Si José Antonio Griñán nada tiene que ocultar y pesan razones personales en su abandono, totalmente respetable. Máxime sobre si en esa vida privada confluyen temas familiares. Pero dejar el cargo para anidar en la poltrona del Senado revela un concepto poco ético de la política y que Griñán siente temor a lo que venga. Por si acaso, mejor inmune, que algo de los ERE y demás escándalos puede quedar.