Julián Redondo
Innecesario sinapismo
Del Bosque descubrió en Suráfrica que la pareja Alonso-Busquets era el equilibrio del equipo más pinturero del panorama futbolístico mundial. Resistió los embates de la crítica después de que a Suiza le sonara la flauta y persistió en su idea y en su fútbol, que con ambos ganaba resistencia y elasticidad. Fue decisiva la presencia de Xabi y su maltrecho pubis en Saint Denis cuando, en la casa de Francia, estaba en juego la clasificación para Brasil'14. El mediocentro donostiarra dejaba su impronta en la Selección y, sin embargo, no parecía trascendental en el futuro inmediato del Real Madrid, que le buscó relevo en el joven Illarramendi.
Empezó la Liga sin Alonso y Ancelotti, como en 2010 Del Bosque, descubrió que al equipo, reforzado por talentos como Illarra, Isco, Casemiro, Bale o Jesé, le faltaba algo, el nexo para no partirse, el equilibrio y el equilibrador. Fue más evidente la ausencia del tolosarra cuando en su reaparición quedó patente que con él crecía el fútbol del Madrid a la vez que menguaban los riesgos defensivos. Entonces su renovación se convirtió en causa de fuerza mayor, después de darle por perdido y facultarle para buscar, en la senda del ocaso, el último gran contrato de su vida.
Cambio de planes. Ancelotti se desvive por Alonso y el Madrid inicia unas negociaciones que años ha eran inconcebibles con futbolistas mayores de 30 años. De uno en uno los renovaba don Santiago. Era una máxima del club, que tampoco admitía sinapismos como Di María; pero tampoco tiraba el dinero. Prolongada la estancia de Xabi, lo que toca ahora es sacar en junio tajada del «Fideo» mientras el míster eleva la ceja izquierda hacia el infinito y más allá.
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