Alfonso Merlos

Insumisos al ataque

El colmo de la hipocresía y el fariseísmo. Ahora resulta que no hay voluntad de avanzar en la investigación del «caso Pujol» porque un par de ministros del Gobierno de España se niegan a dar la cara, porque la unidad policial especializada en perseguir a los chorizos de guante blanco se arruga y porque los dirigentes de la Agencia Tributaria no están a lo que tienen que estar. ¡De traca!

Son argumentos de parvulario los que pone negro sobre blanco en forma de engolada denuncia el Parlamento de Cataluña a través de su Mesa. Y hay que echarle cara al asunto. Porque hablamos de una institución que ha hecho de su capa un sayo en todo cuanto tenía que ver con la corrupción separatista (la política y la empresarial), que ha ido por libre, a su bola, sin contemplar la ley salvo cuando le interesaba. ¡Una pena!

Pero quienes han promovido esta rocambolesca y extravagante iniciativa ante la Fiscalía van de cráneo. Porque cualquiera que sepa atarse los zapatos sabe distinguir a quienes han actuando como impulsores del choriceo independentista de quienes lo han hecho como cómplices o encubridores o impulsores o pasotas. La raya que separa a los primeros de los segundos es muy gruesa, y clara. Está pintada de negro.

No. Ni el Partido Popular, ni ciertas instituciones, ni determinados sectores sociales que se han distinguido por combatir denodadamente el mangoneo de clanes como el del otrora molt honorable van a ser llevados a la picota; ni sus decisiones y posiciones van a caer en una zona de sombra o sospecha. Al contrario. El lado oscuro aquí no lo ocupan Fernández Díaz o Montoro sino algunos vástagos que llevan el apellido Pujol Ferrusola. Y tienen mucho que aclarar. Aún. ¿Estamos?