Alfonso Ussía

¿Intocable?

Pedro Sánchez considera que la amnistía fiscal ha cobijado a los intocables. Entre los intocables destaca a Rodrigo Rato. ¿Intocable? Ha sido tocadísimo. Tocado y manoseado hasta en el colodrillo para ser introducido en un coche policial. No juzgo ni sentencio a Rato, como han hechos muchos de los que tanto le deben. Me resumo en el tratamiento que ha recibido, que ha sido penoso, humillante, vengativo y perverso. Se equivoca Montoro si deduce –¿deduce Montoro?– que la programada actuación de la Agencia Tributaria beneficia al Partido Popular. A estas alturas, nadie en el Partido Popular puede considerarse beneficiado por un suceso como el juicio callejero en el que Rato ha sido condenado. Esas cosas se hacen con más discreción. No es admisible que los periodistas estuvieran en el portal de la casa del sospechoso con anterioridad a la llegada de los inspectores de Aduanas y de la Agencia Tributaria enviados a registrar la casa de Rato.

De un tiempo a esta parte no confío en Rato, y me han escandalizado muchas de sus actuaciones. Pero Rato merece, como usted, como yo y sobre todo como la familia Pujol, un tratamiento menos rencoroso de su antiguo subalterno. Con los Pujol, Montoro es encantador, si ello es posible. Y estoy seguro de que Rajoy también lo es. Pero no es fiable un partido político que ha permitido y permite que muchos de sus dirigentes hayan dictado sentencia callejera contra un ciudadano que tiene todo el derecho a la defensa y a la presunción de inocencia, por muy presumible que sea. El espectáculo montado para machacar a un sospechoso de haber delinquido ha sido claramente delictivo. Ha declarado Montoro que no está en el Gobierno para expresar sentimientos personales, y por fin hay que agradecerle esa explosión de sinceridad.

También examinan los bienes y cuentas de la primera mujer de Rato, Ángeles Alarcó, y de sus tres hijos. Lo siento por ella. La conozco muy superficialmente y me parece una mujer formidable. Si la Justicia, y no la masa callejera y el periodismo de cloaca, considera que «Gela» Alarcó es culpable, me seguirá pareciendo una culpable estupenda. Mucho más estupenda, educada y señora que Marta Ferrusola, por ejemplo, que está siendo tratada por Montoro, el Gobierno de España, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña y el Parlamento de Cataluña, con indefinible cariño masajista.

Pero lo más repugnante del caso, aún más que la posible culpabilidad de Rato, es la miseria humana que están demostrando decenas de sus beneficiados. De sus beneficiados en la política, en la economía y en la empresa. Esos banquerillos designados a dedo por Rato que hoy llenan sus bocas de insultos e improperios. Esos acomplejados que dependieron de Rato y hoy disfrutan con su estrepitosa caída. No se pide una manifestación de inocencia a favor de Rato. Se pide un tratamiento que no caiga en el agravio comparativo con otros presumibles sinvergüenzas – Los ERE, la fortuna de los Pujol–, que gestiona el Partido Popular con un deseo de amnistía mucho más amplio y luminoso. Porque algo saben o amenazan saber los Pujol que al Partido Popular le atemoriza hasta extremos pavorosos. Quizá los pactos para gobernar en la primera legislatura de Aznar, cuando se entregó en bandeja de plata a Pujol la cabeza del dirigente del PP –posteriormente errado y sin rumbo– que tanto molestaba a la Generalidad. Porque lo de ahora en Cataluña, me refiero al PP, es una broma de mal gusto.

Estoy seguro de que de poner la mano en el fuego por Rato, me quedaría sin ella. Pero no soy yo el que juzga y el que condena o absuelve. El procedimiento humillante padecido por Rato en su efímera detención humilla más a los humillantes que al humillado. Se han comportado como gentuza resentida y prepotente. Sea tratado Rato con igual respeto que Pujol, que Chaves, que Griñán y que Zarrías. Ninguno de ellos ha sido juzgado, y mientras no se demuestre lo contrario, todos son inocentes. Y tenga algo más de clase, Montoro, pero ese es otro cantar.