Alfonso Merlos

Intolerantes y falsarios

¡Óscar a la intolerancia! ¡Monumento a la falsificación histórica! Son persistentes y contumaces, se entregan sin reservas y sin complejos a la siembra del odio. Para sacar no se sabe qué réditos. O sí. Todos cuantos sólo podrían ser cosechados por las elites que están pilotando un proyecto esquizofrénico de división presidido por la vergüenza y el error, cuando no por el delirio. Día tras día, vez tras vez, declaración tras declaración estamos asistiendo atónitos al festival de la provocación y el insulto, de la desmemoria y hasta del analfabetismo. Y la pregunta es: ¿tienen arreglo estos independentistas anacrónicos, son recuperables para esa sociedad desarrollada, moderna, global del siglo XXI que es la de la integración, la horizontalidad, el diálogo, el intercambio de impresiones sin violentar las leyes ni los códigos de comportamiento más elementales? Es alucinante que un personaje como Homs plantee sin pestañear que quienes pretenden defender la Constitución son una banda de matones dispuestos a liquidar el presente y el futuro de Cataluña. Difícilmente puede haber aserto más tramposo o insidioso o provocador o irresponsable. O malintencionado y amoral. Estamos ante algo impropio de quienes deberían trabajar para que los ciudadanos saliéramos de esta crisis compactos y unidos. Pero ellos tienen la factura de la luz pagada para unos cuantos años. Así que su película y sus aventuras y sus preocupaciones son otras. Y precisamente por ello sus comportamientos son enteramente circenses. Porque avanzan paso a paso como el funambulista que lucha para no caer de la cuerda. Y porque con desmedida frecuencia parecen hacer competencia a quienes, pintándose la cara y colocándose una gran nariz roja, intentan arrancar las carcajadas de los niños bajo la carpa.