Cristina López Schlichting

Irene, la del triste sino

La Razón
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Me pregunto qué dirían algunos si Rajoy o Sánchez tuviesen de portavoz parlamentaria a su mujer. Me planteo, en concreto, qué dirían los de Podemos. Y me temo que hablarían –y no les faltaría razón– de endogamia de casta, de que no se pueden mezclar los asuntos conyugales con los políticos y que un cortijo llevado por una pareja es cosa que recuerda a los Perón, los Mao, los Ceaucescu, pero no a las grandes democracias. Pero como el que hace esto –tener a la novia de segunda en el partido– no es Mariano ni Pedro, sino Pablo Iglesias, no se puede hablar de ello. Es machismo. Rafael Hernando estuvo torpe al sacar ayer a colación el noviazgo de Irene Montero y de Pablo Iglesias. La señora había hecho su discurso y era el discurso el que tenía que haber ocupado al portavoz del PP, que no hizo sino meter a su partido en un cenagal con unas afirmaciones dirigidas a desautorizar de la única manera en que un diputado no debe hacerlo: aludiendo a las circunstancias personales de los parlamentarios.

Sin embargo, dicho esto, y ahora que no estamos en la Cámara, lo de compartir amor e intereses políticos es más propio de una junta de milicianos que de representantes institucionales. ¿Acaso puede ningún aspirante de Podemos creer que Pablo va a ser ecuánime con Irene Montero? ¿O puede alguien dudar de que la necesaria intimidad no incluya la circulación entre ambos de cuestiones políticas? ¿Cómo puede un proyecto multitudinario depender del cariño entre dos personas?

Es muy fuerte que Pablo Iglesias tenga a su chica de portavoz parlamentaria de Podemos. Máxime cuando la ha puesto él en semejante cargo. Si cualquier otro dirigente de partido hubiese hecho lo que él ha hecho, se oirían los alaridos podemitas contra el nepotismo en Antofagasta y los gritos contra el enchufismo, en Alaska.

Para Irene Montero tiene Iglesias pensado un futuro aún más brillante. Ya anunció que llegaría a ser vicepresidenta y ministra de Presidencia de un futuro Gobierno de Podemos. Me temo que este prometedor horizonte no sólo depende de la competencia de Montero. Si ambos líderes rompen afectivamente y se enfrentan entre sí, poco recorrido político le quedará a esta señora. Es lamentable tener que recordar que tampoco Tania Sánchez –actualmente en el bando errejonista– ha tenido mayores perspectivas una vez rota la relación con Pablo. Recordemos que la ex representante de Izquierda Unida prometió una y otra vez que nunca ingresaría en Podemos. ¿Éramos ingenuos los que, sabiendo que era novia de Iglesias, estábamos convencidos de que mentía? No señor, a veces todo es más simple de lo que parece. Tania se fue al partido de su novio prometiéndoselas felices en su carrera. Ahora ha roto con él y la cosa pinta negro hormiga. El futuro de Irene Montero no depende de su talento, por mucho que ella lo crea ni muy capaz que se demuestre, sino de la voluntad y querencia de su novio hacia ella. Triste sino para una mujer.