Ely del Valle
Jaula de grillos
Discutía hace unos días con un amigo que está convencido de que lo que ha pasado en Italia no puede ocurrir aquí. No lo tengo yo tan claro. Cuando los partidos políticos de fuste pierden credibilidad; cuando se descubre que los cimientos de las instituciones sobre las que hemos asentado nuestras convicciones democráticas padecen una osteoporosis galopante; cuando se generaliza la sensación de que no hay alfombra que no esconda debajo una tonelada de basura acumulada, la tentación de tirar por la calle de en medio es poderosa.
En España ya hemos tenido nuestros propios Beppe Grillo en la figura de Laporta, de Jesús Gil, de Ruiz Mateos y de aquel esperpéntico Joan Puig, que consiguió una efímera fama asaltando piscinas. Es más, los seguimos teniendo: ahí están los Gordillo o los Willy Toledo, cuyo recorrido, de momento, se acerca más al de un esperpento de Valle-Inclán que al de un Moisés destinado a guiar al pueblo hacia la tierra prometida; pero cuidado: el hartazgo es muy mal consejero, y si hasta el momento el ciudadano se ha resignado a la receta del aceite de ricino como mal necesario para recuperar la salud, una sobredosis de corrupción, divisiones internas y ovejas negras en el rebaño le puede conducir a confundir las urnas con una carpa circense. Nuestra próxima cita con ellas está en las elecciones europeas, en las que la circunscripción única es un caramelo para que cualquier aspirante a Beppe consiga alcanzar, como ya hizo en su día míster Rumasa, un par de escaños. Será entonces cuando tengamos una fotografía clara de por dónde van los tiros y podamos ver con claridad si el ejemplo de Italia no va con nosotros o si, por el contrario, este país, a fuerza de despropósitos, está también abocado a convertirse en una jaula de grillos.
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