Primera División

Galicia

Juan Carlos Valerón

Juan Carlos Valerón
Juan Carlos Valerónlarazon

Asus 37 primaveras, mantiene intacta la fe, juega con una Biblia debajo del brazo y lleva una varita mágica en la mano. Me gustaría saber qué don le regaló la Providencia para sus ojos, privilegio de clarividencia instantánea, capaces ellos de obrar un milagro en cada pelota, un pase al infinito de la imaginación, un toque sutil hacia el paraíso del espectador.

No es de extrañar que Riazor, el estadio que lame la mar brava del océano Atlántico, vuelva a llenarse en cada cita liguera porque, además de la esperanza del «sí, se puede», juega Juan Carlos, el muchacho que asombró a todos desde la adolescencia, que cruzó el océano desde el sur de Gran Canaria hasta la Galicia coruñesa, señorial, de sangre blanquiazul, donde ahora disfruta en la batalla sin par del sufrimiento en un córner de la España peninsular.

Fernando Vázquez, el cazatalentos, llegó al Deportivo cuando el equipo se iba al cementerio de Segunda División y logró resucitarlo. Le dio la batuta al que mejor juega, plenos poderes para el genio, galones de general para el talento, mando en plaza para la creatividad. Fernando no lo dudó. Su líder se apellida Valerón, el hombre más sencillo, el futbolista más humilde, las botas más geniales, la inspiración divina en la lucha por escapar de los infiernos. El fútbol del isleño es un sueño venido de Arguineguín, allí donde el sol pone el brillo a las olas y el balón se convierte en diamante. Aun en las amarguras, sabe ponerle una sonrisa a su juguete de cuero. Como reza una vieja canción que describe su isla, Gran Canaria, un dulce placer para los ojos.