José María Marco

La ambición de los socialistas

Pedro Sánchez ha declarado que Mariano Rajoy y Pablo Iglesias no suelen decir la verdad, digámoslo así. Del segundo todavía tenemos pocos datos. Del primero se puede decir, en cambio, que si algo caracteriza a Mariano Rajoy es su prudencia. Han pasado a la historia política española momentos como aquella célebre rueda de prensa en la que el Gobierno anunció que nos esperaba algo peor que las lágrimas, el sudor y la sangre que pidió Churchill al pueblo británico. Por eso conviene tomarse en serio al presidente cuando anuncia, como hizo hace unas semanas, que la crisis estaba acabada o cuando ha precisado que los empresarios y los autónomos van a crear cerca de un millón de puestos de trabajo en este año y el que viene.

Lo impensable hace muy poco tiempo –salvo para los que teníamos y tenemos confianza en los españoles– se está consiguiendo después de que se hayan puesto en marcha reformas importantes, en particular en el control del gasto (sin tocar los programas de bienestar) y en el mercado laboral. Lo que ha permitido subsanar las brutales ineficiencias del mercado de trabajo español ha sido la iniciativa del gobierno, en particular de la ministra de Trabajo, y la colaboración, reticente hace dos años, de sindicatos y organizaciones empresariales. La nueva situación podría abrir enormes oportunidades y permitiría continuar un proceso de reformas que modernizara a fondo la sociedad española, en particular en lo que se refiere a la educación, la justicia y a un nuevo tipo de tejido empresarial.

Ante esto, Pedro Sánchez y el PSOE podrían dejar de mirar del lado de los ideólogos de Pablo Iglesias. En vez de hacer la competencia con la izquierda y vender una catástrofe inexistente, o a Mariano Rajoy como un peligroso extremista de derechas, podrían ofrecer un programa de renovación basado en la modernidad, en la apertura, en el dinamismo de la sociedad española y en su integración en la zona euro y en la economía global. Mariano Rajoy es un reformista extremadamente prudente. Pedro Sánchez y el PSOE tienen la oportunidad de apostar, no por el pasado y el miedo, sino por el futuro, y ofrecer una idea y un pacto nacionales que retomen lo que una vez fue propio de la izquierda: el optimismo, las ganas de arriesgar. Esto sería mucho más serio y ambicioso que la apertura de un proceso constituyente que sólo interesa a los nacionalistas... para intentar salvarse de la debacle.