Cristina López Schlichting

La batalla por la belleza

La Razón
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Hoy se celebra la L Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El Papa ha emitido un mensaje importante, del que tomo nota personalmente, y no sin dolor de conciencia. Recomienda alentar la comunicación con todos y tener por regla la transmisión de la misericordia. Hay que reconocer que muchos de nuestros debates periodísticos son todo menos constructivos, por el contrario, parecen especializados en fomentar las rupturas. Francisco propone escuchar más, y es verdad que tanto mejor comunicador es uno cuanto mejor escucha. Finalmente, apuesta por el uso de las redes sociales de forma generosa: «El entorno digital –escribe– es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral». Las vejaciones más brutales, las burlas y agresiones más rudas están teniendo lugar en la red. Desde la alegría por la muerte de alguien, hasta la apología del terrorismo o la amenaza personal, todo ha cabido en un tuit o un post. De la mano del Papa y de esta jornada de hoy, ha sacado la Conferencia Episcopal Española un documento en contra de la piratería de películas, libros, discos. No existen documentos episcopales a este respecto y es generalizada la alarma, no sólo de escritores y artistas, sino de escenógrafos, montadores, actores, editores, cámaras: hay un mundo de trabajo y riqueza detrás de cada proyecto cultural. «El cine –precisan los obispos– es una industria que contribuye al bien común por medio de la reflexión, el diálogo, la exposición de ideas o puntos de vista alternativos, la descripción de la naturaleza humana y su dignidad». ¿Alguien duda de que «bajarse gratis» una obra de arte sea robar? El lucro cesante de la industria cinematográfica, por ejemplo, se estima en cientos de millones de euros anuales. Nada han escrito los monseñores que no responda al sentido común, piratear «es un pecado contra la virtud de la justicia que consiste en dar a Dios y al prójimo lo que es debido». Durante demasiado tiempo hemos despreciado la doctrina social frente a por ejemplo, los pecados «de bragueta». Pues bien, esta semana me desayunaba con un titular de este tenor: «El obispado dice que piratear es pecado», con marcado contenido irónico. Una burla, un intento zafio de subrayar la inutilidad de las acciones de la Iglesia y la presunta estupidez de hablar de «pecado» hoy en día. Entre todas las formas de maldad resulta particularmente viscosa la de las cosas buenas que se presentan como malas. Pues bien, la batalla contra la piratería es exactamente lo que los obispos han señalado: una lucha moral. Podremos multar y perseguir, pero nada tiene remedio si el ser humano libre no toma conciencia de que sus actos tienen consecuencias. Que conducir bebido es poner en peligro la vida. Defraudar a Hacienda, sustraer esfuerzos al bien común. Piratear obras de arte, robar a los demás y obstaculizar la belleza.