Joaquín Marco

La bolsa y la vida

Una cierta estabilidad en la zona euro y en España están planeando en las declaraciones del Gobierno. Ha regresado la calma tras meses de incertidumbre en el pasado año. El dinero extranjero ha comenzado a entrar en un mercado que se considera favorable, dado que los precios han bajado al ritmo de los salarios. Somos, en conjunto, mucho más pobres; pero más atractivos para quienes buscan oportunidades de inversión. Se calcula que han entrado 14.000 millones de euros desde enero con ánimo inversor. Los habrá que buscarán una rentabilidad a corto plazo y otros que preferirán beneficios a medio y no sé si hasta a largo. Ello permite respirar aliviados en el sector de la macroeconomía, aquella que los ciudadanos sólo leen en los periódicos, pero no la perciben en sus bolsillos. El ejemplo más evidente está en la evolución de la Bolsa que en lo que va de año ha subido alrededor de un 20% en el conjunto de los valores más apreciados del selectivo Ibex 35. Los precios están aún, en esta clase de valores, lejos todavía de sus máximos históricos, pero precisamente por su desvalorización resultan atractivos y no sólo para el inversor extranjero, ya sea privado o fondos de inversión o de pensiones. Y ya se sabe que los índices de la Bolsa anuncian con seis meses de antelación el futuro de la economía. Además, hemos abandonado la recesión técnica, aunque nos mantengamos en el ojo del huracán de una crisis que se resiste a ceder. Este conjunto de elementos positivos hace sacar pecho al señor Montoro, tal vez con exceso, pero hay motivos para una cierta satisfacción que habrá de confirmar la buena marcha no sólo de nuestra propia economía, sino también de la del conjunto de los países de la Unión. El camino que se hace al andar no es en solitario.

El hecho de que Bill Gates, una de las mayores fortunas mundiales, haya entrado en FCC convirtiéndose en el segundo accionista debe tomarse con ciertas precauciones. Es, sin duda, un dato positivo por lo que tiene de ejemplificante, pero dado el volumen de la inversión y la fortuna del personaje es posible que ni siquiera él mismo haya tomado tal decisión. Con todo, esto viene a conformar la serenidad de un paisaje que no puede entenderse ni mucho menos como plácido. Quedan todavía muchas reformas por hacer y algunas se presentan dolorosas. Parte de la entrada de capitales se ha destinado también a inversión inmobiliaria. Se han comprado edificios singulares y hasta emblemáticos y amplios paquetes de viviendas. Los resultados del «banco malo» no han sido todo lo malos que se esperaba. Algunos inversores estadounidenses y británicos tratan de descubrir inmuebles rebajados en un 30 o en un 40% y pretenden lograr una rentabilidad del 15% al 20% anual. Sus deseos consisten en mantener esta rentabilidad cuatro o cinco años. Pero también hay fondos más conservadores que buscan la rentabilidad por alquileres y a más largo plazo. Son generalmente menos agresivos y europeos que especulan con una futura subida de los precios de los locales o viviendas adquiridos. El capital riesgo foráneo se inclina por hacerse con el control de algunas Pymes, agobiadas por la falta de crédito que les impide no sólo una expansión natural, sino la mera supervivencia. Se entienden como una excelente inversión por su bajo precio. Y es que la economía española se ha desvalorizado en lugar de devaluar la moneda, algo imposible en el ámbito del euro. Los recortes, por tanto, han resultado más dolorosos. Y ahora ha llegado, según todos los indicios, la hora de las oportunidades. La entrada de capitales extranjeros es observada con extremado optimismo por el banquero Emilio Botín (es lo que toca hacer). Las grandes empresas se expandieron hacia el exterior y sus beneficios allá compensan las pérdidas de aquí. Hemos reducido el número de bancos y prácticamente han desaparecido las Cajas. La burbuja no era sólo inmobiliaria, sino también financiera. De ahí la expansión de la misma hacia otras actividades que no estaban vinculadas al ámbito del ladrillo y adyacentes.

La clave de la superación de la crisis está en el consumo interno: 17 puntos por debajo del de 2007. Está en función del decrecimiento salarial y del ingente paro. Hay quienes opinan que ya en 2013 se observará un muy lento crecimiento del empleo. Son los más optimistas. Pero sin el crecimiento del consumo el saldo favorable de las exportaciones o la disminución de los intereses de nuestra deuda no se compensan. Por otro lado, sin inversión pública resulta casi imposible alzar el vuelo y remontar la crisis. La caída de inversiones en infraestructuras y en el mantenimiento de las existentes constituye una pesada losa que impide que los buenos datos de la macroeconomía fluyan hacia los ciudadanos. El 30% de la capacidad industrial no se utiliza y han cerrado ya 470.000 empresas. Los claroscuros son más que evidentes. Estamos tan sólo en el comienzo de una de las salidas del túnel. Porque hay más de una. Queda mucho por hacer para que podamos gozar de una cierta tranquilidad. Los millones de parados y las crisis de determinados sectores constituyen los máximos factores de perturbación. Porque la Bolsa sigue sus intuiciones, pero la vida cotidiana acostumbra a dirigirnos a otras realidades. Confiemos en que los frágiles equilibrios se sostengan.