Alfonso Merlos
La casa de los líos
Estremecedor en su patetismo. Alucinante lo de vender apelando a lo trascendente lo que no pasa de ser chusco, mundano, inane, trivial. La banalidad elevada a la enésima potencia. Lo del PSC no da más de sí. ¿Qué es eso del sector crítico y qué lo del oficialista? ¿Qué es eso del ala independentista frente a la centralista? ¿Dónde está la radicalidad y dónde la moderación? En ningún sitio. Porque en el fondo no estamos asistiendo a un saludable ejercicio de democracia interna sino, sencillamente, ante la exposición a los ojos de todos, a una organización política que se presenta como un pollo sin cabeza. Algo mucho más banal. ¿Dónde quieren estar los camaradas de Pere Navarro: dentro de España, fuera de España, al lado, encima, debajo? Ni lo saben. Eso es lo deprimente. El enredo. La tragicomedia.
No hay que darle más cuerda. Es la pura decadencia, la depresión, la banalidad en el ejercicio de servir al interés general que un puñado de políticos se tenga que enzarzar en filosóficas y metafísicas discusiones para dirimir si apoya o se enfrenta a una cadena humana, liderada dicho sea de paso por mediocres fantoches.
Conclusión primera: los socialistas catalanes no tienen arreglo; siguen instalados en la más absoluta y estridente indefinición, atrapados en un espesísimo lodazal. Conclusión segunda: las esquizofrénicas estridencias ideológicas que padecen los nacionalistas pata negra de CiU y ERC terminan por contaminar a casi todos y por sumir en el marasmo a los más débiles, a los más inadaptados; a los que no entienden –y es lo que les ocurre a estos pobres hombres, herejes del Rubalcaba–, que al separatismo excluyente o se le combate o se le padece. No hay más.
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