Manuel Coma

La ciberguerra total

Estados Unidos intenta establecer una cierta normalidad con un ruinoso residuo del comunismo y se encuentra picoteado por otro residuo mucho más ruinoso. No con piedras o flechas sino con medios cibernéticos. Si hasta una banda de desarrapados guerreros santos pueden hacerlo, como no un país donde el puro terror es el sistema y millones pueden morir de hambruna, pero mal que bien consigue desarrollar algunos conatos de armas atómicas y misiles que todavía gozan de demanda internacional entre estados delincuentes. Resulta patético Corea del Norte atacando al gigante americano, pero no tiene nada de fantástico. El ciberataque contra Sony carece de sofisticación, hasta el punto de que estaría al alcance de piratas informáticos particulares de cierta categoría. Otros peores se han dado en el mundo desde hace años. Por ejemplo, de Rusia contra Estonia o Georgia, con obvia intención de amedrentar a pequeños vecinos díscolos. Permiten golpear y esconder la mano, aunque las sospechas tengan las dimensiones de certezas. Pero es el primero que se produce contra Estados Unidos manifiestamente por parte de otro estado. Reducirlo a la condición de vandalismo, como ha hecho Obama, puede estar justificado por el mero volumen, pero significa trivializar una amenaza de grandes implicaciones estratégicas en el futuro. Las fuerzas armadas americanas ya han creado un mando especializado en ese tipo de guerra, que con la espacial constituyen dos ámbitos a los que el conflicto bélico puede extenderse y lo hará. No es sólo tierra, mar y aire. Ya sabemos la importancia de las operaciones psicológicas. Y las de las guerra no convencionales, por arriba, hasta llegar a lo nuclear, o por abajo, las insurgencias guerrilleras y terroristas. Como toda la guerra moderna, la ciberguerra es total, no simplemente de Ejército contra Ejército. Puede ser incruenta pero devastadora. Cada vez más sistemas de la vida moderna están informatizados y no suficientemente protegidos. De cómo son las cosas nos da idea el hecho de que el Departamento de Seguridad Interna de EE UU, creado tras los ataques del 11-S, publicó por error datos que revelaban vulnerabilidades informáticas en los sistemas eléctricos de varios estados, incluida California. La casi pintoresca iniciativa coreana es una poderosa llamada de atención que EE UU no debe minimizar, tratándolo como una mera conducta delictiva, pero lo cierto es que todavía no ha elaborado una estrategia para hacer frente a estos nuevos peligros.