César Lumbreras
La conversión de «Espe»
Me han gustado las declaraciones de Esperanza Aguirre a favor de las «listas abiertas». Me parece un sistema mucho más democrático que el actual. Sus manifestaciones han llegado tarde, pero han llegado. Dicen sus enemigos que es una lástima que haya necesitado cerca de treinta años, durante los que no ha parado de beneficiarse de las «listas cerradas», para caerse del caballo, como Saulo camino de Damasco, pero, al final, se ha caído. Y, digo yo, que bravo por ella, porque más vale tarde que nunca. Pero sus detractores, tanto dentro como fuera del PP, insisten, unos en público y otros en privado, en recriminar a la antigua presidenta de la Comunidad de Madrid. Se preguntan por qué no hizo estas declaraciones a favor de las «listas abiertas» cuando formó parte de las «cerradas» para el Ayuntamiento de Madrid, para el Senado o para la Asamblea de la Comunidad de Madrid. Sostienen aquellos que no la miran con buenos ojos que si sólo hubiese concurrido una vez en las «listas cerradas», pues que uno podría creerse que se trató de un error, pero, claro, como siempre ha utilizado este sistema, pues que resulta un tanto sospechosa su conversión actual a las «listas abiertas». A pesar de todos los razonamientos anteriores, yo creo en su buena intención. Para ello me baso en los antecedentes: ¿alguien puede afirmar que Esperanza Aguirre ha sido desleal con su partido y con su presidente Mariano Rajoy, tan sólo en una ocasión? Yo creo que no. Si hay algo que ha caracterizado a la antigua «lideresa» ha sido su fidelidad y su sentido de la disciplina, aunque sólo fuese para que la metiesen en las «listas cerradas», de las que ahora reniega.
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