Política

Manuel Coma

La doctrina americana

La doctrina americana
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El Estado Islámico (EI) requiere una respuesta y Barack Obama cometió inicialmente el error político de confesar que no tenía una estrategia. El miércoles lo enmendó con un discurso, según su método habitual de solucionar problemas. Defensores y críticos han coincidido en que era bueno en la forma, pero pocos se han quedado satisfechos con el contenido. Sus partidarios más acérrimos siguen viendo prudencia en todo lo que no hace, pero los que no lo son tanto piensan que lo que propone es vago e insuficiente. Las vaguedades pueden concretarse si las insuficiencias no son objetivos programáticos, pero hay que sospechar que sí lo son. Antes de enfrentarse en serio con el EI, Obama tiene que enfrentarse consigo mismo, con su repugnancia por asumir el estatus de hiperpotencia mantenedora de un cierto orden mundial, sus recelos izquierdistas contra el papel histórico de su país en el mundo, su despiadada apuesta propagandística y electoral contra las implicaciones bélicas de su predecesor. Ahora se encuentra en circunstancias similares y tiene que tomar decisiones parecidas. Andarse con medias tintas puede ser la fórmula de la prolongación sine die del conflicto, extendiendo lenta y progresivamente la implicación americana. Tiene a su favor la lealtad de la oposición, con la que su predecesor no contó. También un cierto apoyo de la opinión pública, pero menor que el que gozó Bush al principio de la empresa iraquí. Los americanos aún están rescaldados de Irak y Afganistán. Comprenden la amenaza directa que puede suponer la nueva y más furibunda encarnación de la yihad. Siguen animados por un espíritu justiciero y un mesianismo democrático, que forman parte de su cultura política, pero quieren éxitos rápidos y de coste moderado. En contra de lo que creen todos los antimericanismos, no desean ser el gendarme del mundo.

Obama pretende resolver sus contradicciones recurriendo a aliados y vetando las «botas sobre el terreno». Lo primero es siempre más que bueno y en ello Bush padre lo tuvo mucho más fácil que su hijo. Obama está todavía en la fase diplomática inicial y está encontrando resistencias en algunos europeos, los más naturales y políticamente valiosos de sus aliados. La OTAN, como tal, se queda fuera, como hizo en Irak y Libia, pero no en Afganistán. Militarmente, a Obama le interesan sobre todo las víctimas inmediatas de la arremetida islamista, los estados árabes. Si ellos luchan por su propia seguridad e incluso supervivencia EE UU los ayuda, pero a lo que no está dispuesto es a hacer todo el trabajo para salvarlos. Ahí está el problema, porque América no se compromete a una obra de caridad sino que trata de aplastar en el huevo una amenaza que suponen que les concernirá directamente. Lo mismo vale para Europa, lo que convierte a las inhibiciones no sólo en estratégicamente estúpidas, si son debidas a inconsciencia, sino moralmente condenables, si son una forma de mezquina gorronería internacional. El límite de la ayuda está en las «botas sobre el terreno», lo que es confundir los deseos con la realidad. No es del todo verdad. Asesores e instructores ya pisan suelo iraquí, sobre todo en la región kurda, que son los locales más fiables política y militarmente. Por ahí se empieza. Hay unanimidad entre expertos en que no se derrota al EI sólo desde el aire. Prácticamente a nadie, pero menos a una guerrilla que opera básicamente con métodos terroristas.

En cuanto a poner la carga sobre los más afectados está muy bien en lógica abstracta, pero no suele funcionar. Se puede poner ejemplos a favor, pero sólo son parciales. Sin salir de Irak, los kurdos, con apoyo aéreo americano, británico y francés, se resistieron en su territorio a Sadam después de la primera guerra del golfo y también durante la segunda, pero no fueron decisivos en la victoria americana, mientras que su participación no tuvo mucho peso en el resultado global de ambos conflictos. Por su parte, las fuerzas regulares iraquíes, en las que EE UU ha invertido tanto, salieron despavoridas de Mosul en cuanto apareció el EI. La misma historia en Afganistán. La Liga Norte, con la colaboración americana, jugó un papel clave en el derribo de los talibán, pero mucho menos, posteriormente, el Ejército creado por Washington, que está por ver que sea capaz de evitar que vuelvan al poder.