Fútbol

Fútbol

La edad

La Razón
La RazónLa Razón

Tardamos años hasta asumir que «todos», como canta Serrat –73 inviernos cumplidos la víspera de los Santos Inocentes– «llevamos un viejo encima». Dolores crónicos, achaques varios, el cuero cabelludo en permanente fuga otoñal, ese síntoma de madurez superior que es la presbicia, pastillas para prevenir el infarto, evitar la subida del colesterol y que se dispare el ácido úrico. Todo ello es consecuencia de lo vivido, no de lo que queda por vivir, y a un futbolista en fase de retirada le espera más de media vida desahogada –si juega bien sus cartas–, aunque se retire por «viejo».

Donato jugó hasta los 41 años, es claro ejemplo de longevidad sobre el rectángulo de juego, como Dino Zoff. Si las lesiones no son devastadoras, superar la treintena en forma no es obstáculo para prolongar la carrera. Hay retiradas preventivas, como la de Rubén de la Red, y prematuras. Detrás de cada una de éstas, articulaciones y huesos rotos difíciles de soldar, o sustos inesperados que aconsejan la jubilación anticipada.

Cuando el fútbol empezó a asomarse a la televisión en color, los treinta eran la frontera que proyectaba el partido homenaje. A partir de esa edad, renovaciones de año en año. Hoy aquello es una leyenda porque, entre otras razones, la preparación, la alimentación y la resistencia de los futbolistas son la razón de ser de este fútbol tan físico. Cristiano Ronaldo está como un toro, con perdón, y al firmar el reciente contrato con el Real Madrid avisó de que quería jugar hasta los 40. Iniesta seguiría en el Barça si le prorrogan el convenio hasta los 35, que cumplirá en 2020, y a Messi, 29 en el DNI, le van a proponer un lustro por la módica suma de 350 millones. Hay maneras de envejecer.