Pactos

La enésima humillación

La Razón
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Hacer de la necesidad virtud y agarrarse a un clavo ardiendo. Y eso aún cuando el camino se estrecha hacia una nueva cita con las urnas. Pedro Sánchez se negaba a cercenar de golpe todas las posibilidades de acuerdo. Pretendía seguir reteniendo la pelota. La única alternativa era alimentar la llama del optimismo hasta el último día y abrir la puerta a retomar las negociaciones con Podemos, aunque tomando como base su pacto con C’s. Sin dinamitarlo, tal y como había pretendido Pablo Iglesias en la cita a tres. De hecho, Sánchez reunió ayer a su equipo negociador con las «20 propuestas para desbloquear la situación» del podemita. A primera hora, fuentes próximas a Sánchez insistían en que el PSOE volvería a sentarse con Iglesias al margen de Albert Rivera para desbloquear el diálogo, pero avanzando sobre lo ya acordado con la formación naranja. Los socialistas seguían sosteniendo que sólo podía haber investidura con un acuerdo que englobase a los tres: la denominada «vía del 199». El gran acuerdo transversal. Ese que tanto gusta al líder del PSOE. Usarían «todos los recursos a su alcance».

Para forzar un cambio de postura, Sánchez confiaba en la ayuda de las confluencias valenciana y gallega, cada vez más distantes de Iglesias, y en los malos pronósticos de casi todas las encuestas para Podemos. Su estrategia pasaba por no dejar ninguna salida al secretario general morado, achicando su margen de maniobra. Gráficamente: irle cercenando el crédito entre los suyos. El entorno del líder del PSOE insistía en restar trascendencia a las declaraciones (retadoras y hasta rupturistas) y seguir adelante con una idea tan simple como alarmante: «Haremos lo que tengamos que hacer». Eso sí, ahora sin luz ni taquígrafos. Sin embargo, la sorpresa llegó con la rueda de prensa de Iglesias y su patada al tablero. Su enésimo órdago, con una doble consulta a las bases de por medio, logró que Sánchez se cayese definitivamente del guindo. Y ello para satisfacción de algunos de quienes conforman –o conformaban– el equipo negociador. Según uno de ellos, «ha dado la impresión de que Iglesias y Rajoy se han coordinado para encajonar a Sánchez».

El desafío de Iglesias fue, en palabras de esas mismas fuentes, la enésima humillación de «la izquierda gamberra». De ahí el tono duro del portavoz socialista, Antonio Hernando, contra aquel que «nunca salió de la casilla de salida». En contra del voluntarismo de los últimos meses, el PSOE se sitúa abiertamente en el escenario electoral y abre el plano de las culpas. Sumido hasta ahora en su propia burbuja, Sánchez tendrá difícil jugar la carta de haber actuado con responsabilidad. Al no darse por vencido, ha calado tanto en la opinión pública la sensación de «postureo» que hasta en Ferraz gana enteros el temor a una caída de su cotización como líder y, por ende, como candidato y alternativa a Rajoy. A quien, por cierto, son sus propios adversarios los que le están elaborando los argumentos de la probable futura campaña electoral.