Enrique López

La España del Rey Lear

La Razón
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La posible reforma de la Constitución ocupa mucho espacio en los últimos tiempos, y con toda seguridad será un empeño político en los futuros. La necesidad o no de la reforma ha pasado del terreno de la pura discusión racional a la necesidad política, y parece inevitable que nos sometamos a tamaña aventura. La razón principal que se esgrime en la actualidad para acometer esta reforma es la obsolescencia del actual modelo territorial español. La discusión desde un punto de vista teórico es apasionante; desde un punto de vista práctico, nos traerá muchos problemas. Lo primero que debemos tener en cuenta es que este escenario se va a desenvolver en una ya consumada hoja de ruta del Gobierno catalán para lograr la independencia de España, lo cual no hace fácil el camino. Para algunos de los más entusiastas defensores del cambio de modelo, éste debe ir inspirado precisamente en hacer más fácil la convivencia de los separatistas dentro de España, o lo que sea España tras la reforma, lo cual en principio está henchido de una muy buena intención. El problema es que lo que se decida no sólo afecta a ese porcentaje no mayoritario de ciudadanos que residen en Cataluña y se quieren independizar, sino a todos los españoles. Lo primero que hay que decidir es si avanzamos hacia un Estado federal; lo segundo es qué tipo de Estado federal; lo tercero es si este Estado federal es nacional o plurinacional, esto es, si España sigue siendo una nación patria común de todos los españoles, o se convierte en un Estado formado por varias naciones; en cuarto lugar, habrá que decidir quién es el titular de la soberanía popular, el pueblo español o cada una de los pueblos de las naciones que forman este estado federal. ¡Casi nada! Otra dificultad es que, aunque muchos pueden pensar que el modelo federal es una opción plausible para España, se encuentran con que los rasgos del federalismo no están definidos, pudiendo distinguir en el mundo casi siete modelos de estado federal muy diferenciados entre sí. Discutir y debatir en democracia no debe dar miedo a nadie, pero es necesario antes de entrar en un difícil y arriesgado proceso de reforma definir el campo de juego, y éste debe tener unos límites claros; por un lado, el actual estatus, y por otro, los actuales modelos de Estado federal, de tal modo que este límite no lo establezcan aquellos que ya han incumplido en este momento con la principal obligación que impone cualquier Estado federal, la lealtad constitucional. Por último, debemos tener claro que, sea cual sea el modelo de Estado federal que se tome como ejemplo, todos garantizan los mecanismos de unidad política y observancia del orden constitucional, los cuales siempre corresponden al gobierno de la federación y a la suprema instancia judicial. Esto conviene tenerlo claro desde el principio para no llevarse a engaños y frustraciones. Shakespeare nos muestra en la obra «El Rey Lear» cómo se puede destruir un reino: engañado por dos de sus hijas, quiso repartirlo, y lo hizo sin considerar las repercusiones de su acto.