Martín Prieto

La esperanza del hombre pesimista

Pregunté a mi oncóloga cómo verbalizaba un diagnóstico terminal. «Los médicos no desahuciamos porque no hay enfermedades sino enfermos. Recuerda a Bolinaga. No debemos jugar a ser Dios. Estoy obligada a no mentir a mis pacientes, pero también a proporcionarles información realista y esperanzadora. Nadie se me ha muerto cinco minutos antes». En sus manifestaciones, la clase política debería atenerse a la deontología inherente al juramento hipocrático. Charles P. Kindleberger, varias veces alto funcionario de la Reserva Federal, está considerado el príncipe de los historiadores financieros, y su libro «Manías, pánicos y cracs» es un clásico para tiempos de crisis. El autor estudia los pánicos desde la burbuja holandesa de los bulbos de tulipán en 1636 hasta la implosión de la deuda griega, que engloban diez cracs financieros desde el siglo XVII. En condiciones «normales», las crisis se resuelven en una media de diez años mediante curativos conservadores y dolientes, aliviados por placebos keynesianos. Lo que sacó a Estados Unidos de la depresión del 29 no fue el «new deal» de Roosevelt, sino Pearl Harbour. Si fechamos en 2008 el seísmo de Lehman Brothers, nuestros quebrantos tienen que empezar a aliviarse este año, cicatrizándose hacia el 2018, año más, año menos, según cómo acierte el Gobierno y respiren los mercados. Y no volveremos a ser tal como éramos: quedará un paro estructural que junto a la baja demografía laboral forzarán un Estado del Bienestar arisco, porque muchos recortes han venido para quedarse. Desde Rubalcaba a su izquierda comunista o antisistema lo único que se propone es retrasar la recuperación del paciente o, simplemente, matarlo por sobredosis de remedios. Los que acusan de pasividad, cada día con menos énfasis, a Rajoy, me recuerdan a los que preguntaban a un brillante diplomático cómo había llegado a presidir la Organización de Estados Americanos: «No haciendo nada. Pero, eso sí, hay que hacerlo excepcionalmente bien». El retruécano del pesimista informado.