Algeciras
La estiba: farsa y tragedia
La polémica de la estiba va camino de plasmarse en una farsa que tendrá que ser contada como tragedia. El Congreso de los Diputados votó ayer en contra del decreto del Gobierno que pretendía adecuar la norma a una sentencia de la Justicia europea, pese a la anunciada multa al Estado de 134.000 euros diarios que no serán abonados por el sector de estibadores, naturalmente, sino por los paganos como usted y su vecino. El agujero por venir en las cuentas públicas se adivina extraordinario: húndase el barco, como si quiere el Sol salir por Antequera, aquí a cada cual únicamente le interesa el privilegio de lo suyo, aunque acaben por no quedar buques que estibar. El gremio de la estiba en España es de un extremo particular, como conocen desde las mitras de los obispos a las puñetas de los jurisconsultos. En el puerto de Algeciras, sin ir más lejos, el ejercicio de la profesión portuaria está vetado al sexo femenino. El motivo reside en un insólito sistema de contratación reservado al arbitrio del gremio, una estructura autárquica más propia del Medievo que de la contemporaneidad. Libertad de contratación o igualdad de oportunidades son valores democráticos que, depende de quién provenga el relato, sea de la supuesta izquierda o de la presunta derecha, se tomará como dictado a seguir o como anatema digno del más infausto destierro. Por eso, por atinar el tiro, en las Cortes ha sido la zurdera la que se ha opuesto a la aprobación del decreto vendiendo el mito de la resistencia de «los de abajo». Algunos, desde la tribuna de invitados, levantaron el puño con efusión. Y, mientras la presunta izquierda juega a la batallita de clases, España perderá millones al mes. El guion está escrito por Podemos: la culpa es de la Unión Europea. El populismo c’est ça.
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