Julián Redondo

La gota malaya

Las noticias del FMI son para organizar un funeral o el entierro de la sardina. No hay término medio. Sus predicciones son un desastre cuando invitan al optimismo y no cae una gota de agua si anuncian tormenta. Se mueve este ente del más allá (de los Pirineos) entre la sequía y las inundaciones sin mirar al cielo, como si sus indicadores pasaran la ITV desde la cama. Pero sus conclusiones influyen y nos traen por el camino de la amargura. Y la vereda en cuestión deprime un huevo. Prescindiendo de los buenos resultados del deporte español, de los números al rojo vivo del fútbol, que no bajan de 3.000 millones de euros, o del secular compromiso de Coca Cola con el ADO –que sirva de ejemplo–, dar un paseo por la casi totalidad de las federaciones es un suplicio porque hay que saltar el doble de obstáculos (veinte) que en una carrera de 110 metros.

«La situación es dramática», apunta un responsable, pero responsable de responsabilidad, del deporte español, que va todavía más allá al definir el momento: «Esto es la gota malaya». Una crisis interminable «que tiende a ser crónica», advierten en Europa. Recortes drásticos, brutales, una animalada que se antoja impuesta por el enemigo. Un túnel más largo que el de Guadarrama y el Cadí empalmados, con perdón; la miseria indefinida mientras mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, sigue pariendo campeones de Europa, del Mundo y en casi todo. Será el clima, o el talento natural, tan amenazado que habría que declararlo de interés excepcional.