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La gran falsificación

La Razón
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Pocas veces han estallado tantas carcajadas en las redes sociales como con la noticia que nos llegaba ayer de Montblanc sobre un congreso financiado por el Ayuntamiento de la localidad, en manos de ERC, en el que una serie de «expertos» de la llamada Universitat Nova Historia –¡y tan nueva!– denunciaban que había habido una descomunal falsificación mundial de la historia y que Colón, Cervantes, Santa Teresa y hasta el autor anónimo del «Lazarillo de Tormes», un tal Joan Timoneda, son originarios de Cataluña. Tales historiadores, que enarbolan la «estelada» con inmensa emoción, han comprobado, por ejemplo, que el descubridor de América se llamaba en realidad Joan Colom i Beltrán, y no partió con las carabelas de Palos de la Frontera, en Huelva, sino de Pals, en Gerona. Por supuesto, también eran catalanes, o muy cercanos, Leonardo da Vinci, Hernán Cortés, Américo Vespucio, Juan de la Cosa y hasta Bartolomé de las Casas. El gran descubrimiento histórico el día que Artur Mas convocaba, con nocturnidad y alevosía, para el 27 de septiembre las terceras elecciones autonómicas en cinco años con carácter plebiscitario sin decirlo ha hecho pensar a más de uno, siguiendo el delirante juego a que está sometida de un tiempo a esta parte la opinión pública de Cataluña, que en realidad el tal Mas es un infiltrado del poder central encargado de cargarse definitivamente el nacionalismo, una especie de caballo de Troya. Ya ha conseguido romper CiU y ahora lleva camino de acabar con Convergència, el partido de la burguesía creado por Jordi Pujol, que fue su mentor. La impresionante aportación histórica de los sabios de Montblanc, encabezados por un tal Jordi Bilbeny y alentados por el alcalde Josep Andreu, ayuda a entender las razones sobradas de los catalanes para separarse de España, que no sólo les roba, sino que ha conseguido falsificar la historia de manera tan monstruosa arrebatando a Cataluña sus grandes glorias universales. No es extraño que don Quijote recobrara la cordura después de viajar a Barcelona, a la que el autor tanto pondera. En realidad el libro se llamó originalmente «El Quixot», fue escrito en catalán naturalmente y Miguel de Cervantes no era otro que Joan Miquel Servent. Después de esto, no es extraño que haya surgido la disparatada idea de que el tal Artur Mas, antes Arturo, es en realidad un mandado de Rajoy, al que no tiene inconveniente en echar abiertamente la culpa de lo que está pasando, incluso de la convocatoria de las históricas elecciones del 27-S, a las que le han empujado desde Madrid. Es más, hay quien llega a asegurar que Mas nació en la Mancha, como don Quijote y como Andrés Iniesta. Dicen que de muchacho vendía miel en la Alcarria y todo el mundo lo conocía por Arturito, el mielero. El gran enigma lo aclararán los de la Nova Historia. Están en ello.