
Ángela Vallvey
La hora

La familia es el lugar donde se explica, a la vez que se ensaya, el mundo. Es en el seno de la familia donde aprendemos que el hogar es la verdadera patria de la infancia. De la misma manera que la cuna está formada con la tierra que, ya de adultos, nos puede hacer ciudadanos. La importancia de la familia va más allá de lo humano: se extiende al reino animal, donde es la forma de agrupación preferente. El siglo XX, con el advenimiento de la cultura y la comunicación de masas, cambió la manera que tenemos de percibirla. Nuestros prototipos de familia ideal no provienen sólo de la propia experiencia o la educación recibida, sino también de ese conocimiento virtual, vicario, que obtenemos de los citados medios de comunicación. Familias que salieron en la tele durante décadas, por ejemplo, han ejercido de modelos en los que se vieron reflejados quienes crecieron delante de una pantalla. Una de esas familias ejemplares, políticamente correctas antes de que se inventase la corrección política, era en los años 80 la de «La hora de Bill Cosby». Bill Cosby, un afroamericano que encarnaba la imagen del padre perfecto: sabio, decente, adorable, con conciencia cívica, personificando valores humanos universales... Era el hombre que todos querían haber tenido como padre después de verlo en televisión durante años, gobernando un hogar como el patrón de un barco, dispuesto a cuidar de su familia, a llevarla a buen puerto, a protegerla contra los vientos y mareas de la vida... El mismo Bill Cosby que... presuntamente, violaba a decenas de mujeres mientras representaba el papel de padre excelente. Ahora la ley caerá sobre él. Abajo las máscaras, la ficción, el engaño. (Qué decepción. Qué asco).
Esperemos que realmente sea «La hora de Bill Cosby»: la hora de ponerlo ante la Justicia.
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