Restringido

La imparable regeneración

La Razón
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Un partido vive en esencia de proyecto, base sociológica y liderazgo. Cada uno de esos ingredientes ha sido difuminado en esta Legislatura complicada del PP. La endemoniada herencia forzó a los populares a cambiar sus certezas para anclarse en unas urgencias económicas que pronto arrinconaron cuestiones básicas de su ideario sobre la justicia social. Esto convirtió al Gobierno en antipático, incluso para sus votantes, y lejano ante el sufrimiento de la gente.

Cualquier observador podría concluir que los últimos dimes y diretes internos son una prolongación de la rodada cuesta abajo que sufre el Gobierno desde hace tiempo. Aunque, a dos meses de las elecciones, cualquier patinazo se convierte en una auténtico vuelco al final de la curva siguiente. Ésta sería teóricamente una ocasión única para la alternativa del PSOE. Pero no es el caso: los estrategas populares todavía sonríen constatando que Pedro Sánchez parece no entender bien el juego de la oposición.

Ahora bien, el Partido Popular sale a la carrera hacia las urnas con un notable quebranto, el de una opinión pública desfavorable que puede mover al elector a despreciar el voto de la certidumbre para buscar el de la ilusión. La gente cada vez está más harta de votar con la nariz tapada. Y esta dinámica sí que desorienta a los populares. Porque favorece al emergente Ciudadanos, presto a comerle al PP el terreno de la regeneración política del centro. En toda biografía de una formación existen momentos claves que piden reflexionar. Éste, tan inminente ya el 20-D, es uno de ellos.

De modo que Mariano Rajoy no puede seguir en su habitual juego de equilibrios. Es verdad que el presidente erró al dejar pulular clanes, bien cohesionados, en el seno del Gobierno. Seguramente pensó que era una buena fórmula de contrapoderes. Luego se ha demostrado llena de minas para su partido. En cambio, la guerra entre Cristóbal Montoro y José Manuel García-Margallo, otra de tantas, ha difuminado uno de los atractivos de las siglas: la coherencia interna, la unidad en torno a un propósito político.

Mientras la hoguera de los egoísmos incendia al PP, estoy convencido de que el actual clima de desasosiego se neutralizaría en cuanto se diesen pruebas verosímiles de estar ante un periodo de imparable regeneración. Normalmente eso se debe hacer en un congreso. Y el próximo será en enero, después de las elecciones generales. Precisamente por ello Rajoy debe empezar enviando un mensaje a sus bases y al país dando vía libre a la renovación de abajo a arriba de sus listas. Los mandatarios del PP deben volver a sentir la legitimidad que sólo aporta la militancia.

No se trata de poner fatalismo. Pero el Partido Popular está en un momento cardinal. El tiempo se acaba para Mariano Rajoy. ¿Hay soluciones? Le corresponde al actual líder demostrar si desea hacer Política (con mayúscula) y devolver el juego a los militantes desactivados desde que se cerraron las urnas un distante ya 20 de noviembre de 2011.