Pedro Narváez
La incultura de Alberto San Juan
Alberto San Juan ha subrayado lo que la progresía ha escrito hace décadas en su ADN: que un intelectual no puede ser de derechas porque «los intelectuales deben ser críticos con el poder». Ya se sabe que fuera de la izquierda no hay nada, un campo baldío en el que de vez en cuando los ricos sacan a pasear a los cerdos antes de sacrificarlos para que se los coman señoritos como Alberto San Juan, al que los gusanos atacarán el cerebro pero no parece que el estómago. La incultura escupe latigazos de mediocridad y a este actor le ha debido dejar marca eterna. Sobre esa herida, el buen salvaje se presta a echar un puñado de sal para seguir su recomendación de ser crítico con lo que oye, con lo que ve y hasta con lo que medita. Menciona usted a Lorca como ejemplo a seguir. Pobre y grande Federico, ariete de su guerra sucia. ¿Conoce un ejemplo de mayor individualidad que el de Borges? ¿Alguien con menos caspa que Bioy Casares? ¿Le parece digno de mención Raymon Aron? ¿No fue ácido como limón hecho caramelo Gómez de la Serna? ¿Quiere bajar del olimpo a Céline, mandarle a otro viaje al fin de la noche? ¿Arrastrar la tripa literaria de Vargas Llosa por su estercolero? ¿Quemar acaso los libros de Dionisio Ridruejo para hacer señales de humo a los que le siguen haciendo el indio, esos fans para los que Willy Toledo es el paradigma del pensamiento contemporáneo? ¿Le daría un paseo a Ortega y Gasset, que al cabo dejó en herencia dos cuartillas? ¿Conoce a alguien más crítico con la realidad que le rodea y de prosa más diáfana que Jiménez Lozano? Ay chatín, se ríe usted de Arturo Fernández, el único actor de derechas que conoce, y que ha ganado ya una inmortalidad de corazón para los que ha hecho reír. ¿Puede un actor proclamar ser de derechas sin que usted le censure, sin que fusilen su nombre de los carteles? ¿Haría lo mismo un medio de derechas con los dibujos de su padre? Devuelva las ayudas con las que le ha beneficiado el Ministerio de Cultura de un gobierno «facha». Eructe luego, y lea.
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