Política

La madre putativa de Alberto

La Razón
La RazónLa Razón

Después de un año de sangrías, la izquierda española se ha replegado en la retaguardia y toma una carrerilla que ni el Transiberiano. Al menos es a lo que aspira. No por constatado como antiguo, el propósito de rearmar un frente popular deja de tener su gracia el anhelo, sobre todo tras el fracaso de Pedro Sánchez (de oficio: visitador de provincias) en la culminación de un gobierno de progreso. Aquella oportunidad, surgida de las elecciones del 20-D, fue uno de los errores que la vieja guardia de IU no deja de achacar a sus cachorros. «¿Adónde vamos, Alberto?», preguntaba en una carta abierta José Luis Pérez Tapias, antiguo secretario de Organización de IU en Andalucía y mano derecha de Diego Valderas, al actual líder de los comunistas, el menguado Garzón. Observa Pérez Tapias cómo la eterna promesa del parlamentarismo activista, cabeza (in)visible de IU, se diluye cual ácido carbónico entre tuits, eufemismos y neologismos del universo paralelo podemita. A los botellines del pacto no les queda espuma y la foto del acuerdo de la coalición Unidos Podemos no sólo se mueve sino que se tambalea sin un mísero chachachá habanero que llevarse a la cintura. Y mientras las mareas, las confluencias y las marejadas preparan en Cataluña la avanzadilla de una nueva marca –los Comunes, pretenden denominarse–, en Andalucía los llamados «carrillistas» temen por el futuro inmediato del viejo PC. A la muñeca rusa apenas le quedan clones en el interior. El dramaturgo alemán Bertolt Brecht, muy querido por el progresismo, firmó una obra, «El círculo de tiza caucasiano», en la que plasmó una antítesis del juicio de Salomón: el niño no fue para la madre sino para la postiza. Que la madre, la verdadera, se quede sin criatura; ése es el miedo de la vieja IU.