Enrique López
La mentira y la masa
Decía Mark Twain que una mentira puede dar la vuelta al mundo en lo que la verdad se está terminado de poner los zapatos, algo que se ha agravado exponencialmente a través del uso de Internet, las redes sociales, Facebook, Twitter, etc. Las mentiras son como un cáncer que corroe la mente de los seres vivos, siendo su posibilidad de metástasis elevada, sobre todo, cuando acuden en su ayuda sus hermanos menores, y no por ello menos peligrosos, el rumor y el chisme. Vivimos en una sociedad donde el acceso a la información es tal fácil que debería imprimir en la sociedad una mayor propensión al conocimiento y a la búsqueda de la verdad de los hechos. Por el contrario, se está produciendo un fenómeno inverso. A mayor y más fácil acceso a la información, más fácil es la expansión de la mentira y el rumor, hasta el punto de que los discursos públicos, cada vez se centran más en estos últimos que en el ejercicio de la responsabilidad, apartándose de la deseada virtud que se le debe exigir a quien desee ejercer responsabilices públicas del tipo que sean. Las fábulas o apólogos han sido uno de los mejores instrumentos para hacer llegar a la sociedad mensajes, habida cuenta, la necesidad experimentada en todos los pueblos de hacer familiares los preceptos de la moral, provocando que muchos escritores se hayan dedicado a este género, y por ello, es una pena que no resulten muchas de ellas de lectura obligatoria, de tal suerte, que mantienen una vigencia tan constatada como inexplicable. Pero cuan alejados estamos de estos idílicos escenarios, y que cercanos estamos a la vulgaridad, a la pereza intelectual y sobre todo a la mentira y al chisme que atacan el necesario sistema linfático de una sociedad, restándole eficacia a su sistema inmunitario-intelectual. El discurso político y social se encuentra tan empobrecido que está arrastrando a otras actividades humanas en esta mediocridad, algo de lo que ni la justicia se libra. No dejes que la búsqueda de la verdad estropee una buena noticia, y ello, aun a costa de que se alimenten planes de desestabilización social y política para ganar posiciones en el caos, hasta el punto que puedan provocar comportamientos sociales tan irreconocibles como inevitables. En este escenario, el temor se apoderará de la buena gente, tal cual ha ocurrido en todas las revoluciones de índole marxista del siglo XX. En «La rebelión de las masas», Ortega pronostica en todo el mundo occidental una crisis social incipiente que por entonces nadie advertía, conceptualizo al hombre-masa movido por la «libre expansión de sus deseos vitales», su «radical ingratitud hacia cuanto ha hecho posible la facilidad de su existencia», aderezado con la torpe decisión de «no apelar de sí mismo a ninguna instancia superior», puesto que todo lo encuentra en sí mismo y en su grupo. Lo que aconteció en torno a la Segunda Guerra Mundial confirmó la previsión de Ortega, convirtiendo a su obra en una de las más leídas fuera de España. Estamos a tiempo de que la virtud racional vuelva a imperar, pero se debe reaccionar.
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