Alfonso Merlos
La misma madera
Los arregladores vuelven a la carga. Su oficio es recomendar ferviente y machaconamente que los políticos serios y que creen en el fin definitivo de ETA se avengan a negociar, bajándose los pantalones con quienes sueñan destruir la unidad del Estado. El fin es que, con el buenismo o el silencio cómplice de los españoles, se devuelva al camino de la ley a delincuentes con las manos manchadas de sangre. El jefe internacional de la banda es Currin, el «bienpagao». Pero claro, desde que la izquierda patriota ha dado por amortizados a los encapuchados, los arregladores se confunden e incorporan a sus filas a becerros de Sortu o Bildu, a pájaros encuadrados otrora en las admirables Gestoras Pro-Amnistía, y ahora... ¡a jerifaltes de Podemos! Va de suyo. Son astillas de la misma madera.
¿Nadie recuerda cuando Iglesias sentaba cátedra desde el púlpito de las herrikotabernas y animaba a seguir «resistiendo»? ¿Tampoco cuando reclamaba la necesidad de entender la raíz política que mueve a los etarras? ¿Hemos olvidado las lecciones de Monedero que acusaba a la Policía de drogar a los jóvenes y nobles luchadores vascos? Los antisistema de la coleta morada cabalgan –también su delegación bilbaína– sobre el caballo al que siempre han apostado: el de Batasuna y sus testaferros. En el lenguaje podemita estamos ante una confluencia de intereses. Ni se avergüenzan ni lo ocultan. Juegan al mismo juego. El de buscar un Gobierno que capitule ante una ETA aún sin desarmar, sin pedir perdón. Se llama impunidad. ¿También irá en el pliego de exigencias a Sánchez?
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